Tras ochenta y cinco años de ausencia de la representación iconográfica de San Ildefonso en la iglesia parroquial de Taracena, el pasado día 24 de enero, el párroco del pueblo y exdelegado diocesano de patrimonio, Luis Herranz Riofrío, bendijo una nueva talla policromada del gran santo toledano que vivió en el siglo VII, realizada en Horche por “Artemartínez” con la maestría, profesionalidad y calidad que este taller acredita desde hace ya muchos años en el campo de la imaginería religiosa. La anterior imagen que de San Ildefonso había en la iglesia de Taracena era un relieve en madera policromada, desaparecida en la Guerra Civil, que según estudios aproximativos del actual delegado de patrimonio de la diócesis, Miguel Ángel Ortega Canales, era probablemente manierista “por la composición iconográfica y los estofados que presentaba”, y podría datarse entre 1545-1570. Casualmente -más bien causalmente- en esos años hubo en Taracena un cura-párroco muy relevante por sus aportaciones en el campo de la música, Luis Vargas de Henestrosa, que previamente había formado parte de la cámara del gran cardenal Tavera, en la catedral de Toledo, templo y ciudad en las que hay una importante huella de San Ildefonso. Cabe deducir, por tanto, que bien podría haber sido Vargas de Henestrosa quien llevara a la iglesia de Taracena esa excepcional tabla del santo toledano que, como ya hemos dicho, fue destruida en la Guerra Civil, al tiempo que el magnífico retablo barroco del altar mayor. Tanto de la tabla como del retablo, solo queda constancia gráfica gracias a Tomás Camarillo que c. 1930 tomó fotografías de una y de otro, que forman parte de su archivo custodiado por el CEFIHGU de la Diputación de Guadalajara. Precisamente la imagen del retablo de Taracena es una de las 30 que conforman la exposición de antiguos retablos desaparecidos que el servicio de Cultura de la Diputación titula “Arte perdido en la provincia de Guadalajara”. Esta exposición, completada por otra de 20 piezas religiosas desaparecidas de imaginería renacentista y barroca, lleva ya varios años recorriendo la provincia y es una de las más demandadas por los municipios del total de 23 exposiciones distintas que ofrece el CEFIHGU, dados sus valores fotográfico, artístico, patrimonial y testimonial.
Retomamos el hilo con el que hemos iniciado esta entrada y contestamos a la pregunta ¿Qué devoción y patronazgo unían a San Ildefonso con Taracena? Las fiestas tradicionales de invierno de Taracena se concentraban en tres días: el 23 (San Ildefonso), el 24 (La Virgen de la Paz) y el 25 (día en que se celebraba “La Paz chiquita”, que era una forma de llamar a la prolongación de la fiesta del día anterior, al igual que a San Blas le sigue “San Blasillo” en muchos lugares). Aquellas fiestas invernales de Taracena eran las primeras del año que se celebraban en el entorno de la capital, tenían mucha capacidad de convocatoria y a ellas acudían numerosas personas procedentes de ella y de los pueblos próximos, según se documenta en varias informaciones de finales del XIX y principios del XX publicadas en nuestro recordadísimo y muy querido periódico “Flores y Abejas”. Los actos principales del programa festivo eran los religiosos en honor a la Virgen de la Paz y San Ildefonso, complementados por diversiones profanas, como una animada feria comercial que concentraba en la calle principal del pueblo -la carretera que unía Madrid con Barcelona y Francia a través de La Junquera- numerosos puestos de venta, tómbolas, rifas, bailes de salón con organillo y otros actos lúdicos y festivos. El día 23 salía por las calles la, precisamente, llamada “Botarga de San Ildefonso”, que salió por última vez en 1900, no volviendo a las calles de Taracena hasta su reciente recuperación en 2017. En el nuevo traje de la botarga, concretamente en ambas mangas a la altura de los brazos, constan de manera bien visible las iniciales “S” e “I” en honor del santo que da nombre al enmascarado y en cuya fecha salía tradicionalmente desde tiempo inmemorial. La existencia de la botarga de San Ildefonso, de Taracena -y también la de la perdida de San Blas, en el vecino Iriépal-, la han acreditado investigaciones de dos de los más importantes y reputados etnólogos que ha dado esta provincia, Sinforiano García Sanz y José Ramón López de los Mozos, a quienes siempre tendré como maestros y recordaré como amigos, especialmente al segundo pues fueron muchos los hechos y circunstancias que nos unieron. Se da la circunstancia de que fue una charla-coloquio sobre botargas y otros enmascarados de la provincia dada en Taracena por José Ramón la que encendió la chispa para que, poco tiempo después, se recuperara la botarga de San Ildefonso. Yo aporté, como otras personas del pueblo, mi grano de arena para ello, pero quien hizo una dación valiosísima e impagable fue mi recordado y muy querido hermano, Carlos, que compuso expresamente doce temas para dulzaina, con el fin de que sirvieran de acompañamiento a la botarga de Taracena en su regreso a las calles el pueblo. Doce composiciones con ritmos de pasacalles, bailes corridos, pericones, mazurcas, revoladas y jotas que conforman la llamada “Suite Taracena”, cuyas partituras custodia la Biblioteca de Investigadores de la Provincia de Guadalajara -junto con el conjunto del amplio archivo de música tradicional de Carlos, donado por la familia tras su fallecimiento en 2019- y sobre las que se está trabajando -y muy bien, sobre todo gracias a ese gran dulzainero y mejor persona que es Antonio Trijueque- en la Escuela de Folclore de la propia Diputación. Todo en su sitio. Todo en casa.