Archive for enero, 2022

Botargas en ruta

Guadalajara es una provincia rica en manifestaciones festivas tradicionales como el añorado y querido José Ramón López de los Mozos nos ayudó a conocer con sus notables estudios y recurrentes publicaciones, continuando y aumentando los trabajos que previamente habían hecho al respecto otros investigadores e historiadores como Layna Serrano, Castillo de Lucas, Aragonés Subero, Caro Baroja o García Sanz. Este último, más conocido por su nombre de pila, Sinforiano (“Sinfo”), que por sus apellidos, fue junto al ya citado sobrino de Pío Baroja quien más contribuyó en los años 50 y 60 del siglo XX al estudio, conocimiento y divulgación del personaje más característico, representativo y extendido del folklore provincial que, sin duda alguna, es la botarga. El también recordado “Sinfo”, originario de Robledillo de Mohernando, aunque se avecindó en Madrid desde joven donde regentó una librería de viejo, fue efectivamente determinante en la divulgación de las botargas como personajes singulares del folklore provincial, sobre todo gracias al trabajo titulado “Botargas y enmascarados alcarreños (Notas de Etnografía y Folklore)”, publicado en la Revista de Dialectología y Tradiciones Populares, IX (Madrid, 1953). De esa fuente bebió Julio Caro Baroja, reconocido etnógrafo de prestigio nacional, quien realizó varios trabajos sobre ellas, si bien el que más difusión alcanzó fue el reportaje que hizo para el NO-DO en 1965 y que tituló “Las botargas”, visto en toda España (en esta dirección de Internet se puede visionar; merece la pena hacerlo: hhttps://www.rtve.es/play/videos/revista-imagenes/botargas/2889604/ ). El estudio de Sinfo y la amplificación que de él hizo el sobrino del autor de “La Busca” llegó en un momento clave pues apenas pervivían entonces media docena de botargas -en el documental se recogen imágenes de las de Montarrón, Robledillo, Beleña y Retiendas– y tanto las fiestas como los propios pueblos estaban en trance de desaparición pues en esa época se situó el “año 0” de la ahora llamada “España vaciada”.  Hemos hablado antes de la botarga como el personaje por excelencia de nuestro folklore, pero mejor deberíamos hablar de ella en plural porque en muchas manifestaciones locales salen más de una y porque sumadas todas conforman un tiempo, un ciclo y ahora también una ruta que es conocida como de las botargas. Los sustantivos en singular ponen el foco sobre lo que nombran, pero en plural abren encuadre y añaden paisaje y figuras.

               Finalizando enero, en pleno tiempo de botargas pues sabido es que se trata de una celebración festiva de enmascarados pre-carnavalescos y típica del ciclo de invierno, se ha presentado públicamente el trabajo, al tiempo que proyecto, que se ha venido a denominar “Ruta de las botargas”. Lo ha patrocinado la delegación de turismo de la Diputación Provincial y la labor técnica la ha llevado a cabo “La Tradición Oral”, un grupo absolutamente comprometido con la cultura tradicional de la provincia, surgido hace ya una década. Este colectivo conjuga el folklore en todos los tiempos, géneros y números y lo mismo canta villancicos o jotas en la plaza de un pueblo que hace los coros en una misa castellana u organiza talleres de zambombas, de otros instrumentos musicales tradicionales e, incluso, también de botargas, dirigidos a todos los públicos, pero fundamentalmente a escolares. A estos tres ámbitos de actividad principal de “La Tradición Oral” se ha sumado últimamente un cuarto que ha sido realizar un importante, trabajado y riguroso estudio para el conocimiento exhaustivo del conjunto de botargas y otros enmascarados guadalajareños, algo que ha permitido poner número a lo que hasta ahora solo tenía letra: son 38 las citas festivas de este tipo que se celebran actualmente en la provincia y 40 los municipios que las acogen porque dos, doblan cita. Ese estudio ha consistido en la visita detenida, una a una, del conjunto de botargas y enmascarados de la provincia, fuera del tiempo de su celebración festiva, para tomar imágenes y, sobre todo, testimonios de las personas que en cada lugar tienen algo que ver con ellas. Ese arduo trabajo realizado a lo largo y ancho de 2021, va a posibilitar disponer de un valioso documento audiovisual de la realidad actual de nuestras botargas, al tiempo que se va a constituir en una importante fuente de investigación presente y futura en la que comparar similitudes y destacar singularidades de cada una de ellas. Además, el estudio ha devenido en el proyecto, denominado “La ruta de las botargas”, que podrá dar mucho juego al área de turismo de la Diputación y a los propios ayuntamientos anfitriones de estos personajes para promocionar individualmente, agrupadas por zonas o en conjunto estas peculiares celebraciones festivas tradicionales, un importante recurso cultural y de potencial aprovechamiento turístico que siempre ha estado ahí, pero al que no se le ha sacado todo el partido posible.

               En la presentación de “La ruta de las botargas” se anunció que la Junta ha dado ya los primeros pasos para declarar las botargas “Bien de Interés Cultural”. Ya estaba tardando. La verdad es que en Toledo se suelen enterar poco y tarde de las cosas que verdaderamente importan en Guadalajara. Es uno de los inconvenientes que tiene poner el acento en la parte -La Mancha- en vez de en el todo – Castilla-.

               También se hizo público en el acto que es intención futura de los promotores de “La ruta de las botargas” iniciar los pasos para tratar de obtener para ellas la declaración de Patrimonio inmaterial de la humanidad por parte de la UNESCO. Eso ya son palabras mayores, pero como decía Ungarettila meta es partir”. En todo caso, para andar ese largo camino hay que hacer las cosas muy bien, con el voluntarismo no basta. En eso, Sigüenza está dando un buen ejemplo y ha debido y sabido rectificar su inicial voluntad de que la ciudad por sí sola fuera declarada Patrimonio de la humanidad, algo prácticamente imposible en función de los actuales criterios de la UNESCO. Esa pretensión de partida se ha reenfocado y ahora lo que se está intentando que obtenga declaración -precisamente como patrimonio inmaterial- es el “Paisaje dulce y salado de Sigüenza y Atienza” que es el título del proyecto que en noviembre pasado aceptó incluir en la lista indicativa el Consejo de Patrimonio Histórico de España en su propuesta a la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura, primer paso para tratar de llegar a la meta final que ni está cercana ni será fácil alcanzar.

Marquina y Cela 20 años después

El pasado 7 de enero se le partió y paró el corazón a Francisco García Marquina, biólogo, escritor y poeta alcarreño nacido en 1937 en Madrid. Paco Marquina, como él mismo se presentaba y solía ser llamado por sus numerosos conocidos y amigos, no es el primer gran alcarreño que nace fuera de la Alcarria. Ser de un lugar no implica necesariamente haber nacido en él, sino estar apegado a él de manera voluntaria y afectiva. Ese era el caso de Marquina pues eligió la Alcarria para avecindarse, echar raíces personales y literarias y fundirse con esta tierra a la que tanto amó hasta casi confundirse con ella. Confío en que los actuales responsables políticos del Ayuntamiento de la capital y de la Diputación Provincial tengan la sensibilidad suficiente para, además de promover un merecido homenaje a su obra, también le rindan tributo a su vida y sea nombrado, a título póstumo, “hijo adoptivo” de la capital y de la provincia pues sería un acto de justicia que, además, me consta que le haría especial ilusión. Paco y yo no nos tratamos mucho, pero sí lo suficiente como para que me dedicara un ejemplar de su último libro sobre Cela, del que más adelante daré detalles, con las cómplices y afectivas palabras que se pueden leer en la reproducción facsímil que acompaña este texto.

Marquina era un escritor total que se prodigó en varios géneros –fundamentalmente poesía, narrativa y ensayo- y en todos ellos destacó por su solvencia y brillantez, méritos a los que accedió gracias a su vasta cultura y proverbial inteligencia. Ciertamente, era una persona sabia, que hablaba y escribía siempre en niveles de excelencia y a la que era un placer leer y escuchar, algo que él también practicaba con los demás, demostrando con ello inteligencia y mesura, además de una educación exquisita. Dice un conocido proverbio africano que ”cuando una persona anciana muere, arde una biblioteca”. Paco no murió siendo anciano, jamás pasó de mayor, algo que fue desde muy joven, pero con su muerte ha ardido una biblioteca inmensa. Pese a su menudez física, su capacidad y entrega a la lectura y su envergadura intelectual fueron tales que podría mirar a los ojos a Demetrio de Falero, el encargado por el faraón de recopilar en la Biblioteca de Alejandría todos los libros escritos en el mundo hasta ese momento. Hablamos de finales del siglo IV y principios del III a. de C. Sé que me llamaría exagerado por esto que acabo de escribir, pero le refutaría que ya le ha llegado la hora de sus alabanzas y que él no tiene nada más que decir pues ya lo ha dicho todo, que es mucho.

Dedicatoria de Marquina a Orea

               Como buen alcarreño y, por tanto, escéptico con las fuerzas telúricas, yo no creo en las casualidades, más bien en las causalidades. Las margas y las calizas que fundamentalmente conforman el suelo de la Alcarria son tan ásperas y desconfiadas que no suelen ser de azares, más bien de certezas. Eso sí, ahora vienen los acontecimientos y me chafan el parangón y la reflexión edafológicas porque Paco Marquina, una de las personas que más de cerca conocieron a Camilo José Cela –especialmente en el otoño de su vida- y, sin duda, la que mejor le retrató vital y literariamente, ha muerto apenas diez días antes de que se cumpliera el vigésimo aniversario del deceso del Nobel de Literatura de 1989. ¡Qué casualidad! Efectivamente, si el poeta alcarreño ha fallecido el 7 de enero de 2022, el escritor gallego falleció el 17 de enero de 2002. Es de público conocimiento que ambos escritores mantuvieron una estrecha relación personal, devenida en especial amistad a raíz de que el propio Marquina, junto con Jesús Campoamor y algún otro amigo guadalajareño, ayudaran a Cela a encontrar casa y fijar su residencia en la provincia cuando abandonó su casa mallorquina de la Bonanova, se divorció de su primera mujer, Rosario Conde, y comenzó su relación con la segunda, Marina Castaño. Aquella decisión de Cela de residenciarse en Guadalajara comenzó a muñirse en el viejo molino de Caspueñas, junto al río Ungría, donde Marquina tuvo casa, finca y piscifactoría de truchas –recordemos que era biólogo- durante bastantes años. Frecuentes y famosas fueron las tertulias literarias y de amigos que en ese molino antañón convocaba y acogía el poeta alcarreño recién fallecido, un bello paraje que le inspiró una de sus obras más apegadas a la tierra: “Nacimiento y mocedad del río Ungría”. Tanta fue la cercanía que llegaron a tener ambos escritores que Marquina fue uno de los contados 50 asistentes a la boda civil de Cela con Marina Castaño, celebrada el 10 de marzo de 1990 en su última residencia en Guadalajara, un chalet de estilo inglés situado en El Espinar, en la zona del Cañal, junto a las “terreras de Cervantes”, como son conocidos los notorios cortados del Henares a esa altura de su paso por el término de Guadalajara. El escritor gallego estuvo residiendo previamente una breve temporada en el Hotel La Cañada, en Horche, y un tiempo más prolongado en un chalet alquilado en El Clavín, donde precisamente recibió la noticia de la concesión del Premio Nobel de Literatura de 1989.

               Paco Marquina escribió varios libros relacionados con CJC y su obra, del que destaca especialmente “Cela. Retrato de un Nobel”, magníficamente editado por Aache en 2016, un extenso, detallado y extraordinario trabajo en el que se cuentan la vida, obra y milagros, nunca mejor dicho, de Cela, de una manera absolutamente equilibrada pues no es, ni mucho menos, una “hagiografía” complaciente y blanqueadora del Nobel, sino una biografía escrita con pinceladas de gran escritor, de ahí el título. En la muerte de Marquina y en el vigésimo aniversario de la de Cela, no se me ocurre mejor idea que recomendar su compra y lectura si se quiere conocer y reconocer mejor a un escritor que, aunque gallego militante, se enamoró de la Alcarria porque tenía debilidad por las cosas y las gentes sencillas, aunque el personaje que él mismo se creó pudiera aparentar justamente lo contrario. Estas palabras de Cela sobre la ciudad de Guadalajara quedan recogidas por Marquina en su retrato del Nobel: “Guadalajara es una ciudad íntima y minúscula, entrañable y abierta, en cuyo jardín intelectual crece lozana la airosa flor de la poesía”. Y de entre la poesía que ha florecido en las últimas décadas en Guadalajara, a mi juicio la de Marquina ha sido la de mayor enjundia. Con dos versos suyos le despido al tiempo que hago públicos mi afecto y admiración por él:

“¿Dónde hallar la emoción que se hizo niebla

y huyó hacia las alturas?”

(De “Esto no es una pipa”, 2013)

El año del tigre

                1975 fue un año muy especial para España pues en noviembre moría Francisco Franco y con él su dictadura de casi 40 años que sucedió a una terrible Guerra Civil y ésta, a su vez, fue antecedida por una república que se le fue de las manos a los republicanos y a quienes no lo eran. En 102 años, hubo cuatro guerras civiles en España: las tres carlistas de 1833, 1846 y 1872, más la de 1936-39, ya en el siglo XX. Solo una nación tan vieja y sólida como España, pese a su rica diversidad, puede soportar cuatro guerras civiles en un siglo y seguir teniendo un solar en pie y un himno común, eso sí, al precio de que éste no posea letra. ¿Chunda, chunda…? Pues chunda chunda como letra y estribillo a la vez y que cada uno ponga en el “chunda” el sentimiento que quiera. Todos están permitidos, salvo odiar, menospreciar o insultar al compatriota por el único hecho de que haya nacido en otro paisaje, hable con distinto acento o tenga menos posibles, algo que ya es la re-leche que motive ese tipo de acciones y sentimientos. Si alguien se da por aludido al respecto, que se lo haga mirar porque está más cerca del racismo y la xenofobia que de otros “ismos” más tolerables, pese a que todos los extremos a los que lleva este sufijo son nocivos. Aunque a la mona le pongas barretina o txapela, mona se queda.

                El año en que murió Franco, el mundo no solo se libró de un dictador –que, por cierto, murió ya siendo anciano y enterrado en olor de multitudes-, también se había librado unos meses antes, en abril exactamente, de la última gran guerra que enfrentó en el campo de batalla al comunismo y el liberalismo político y económico, la de Vietnam, terriblemente sangrienta y que se prolongó durante 20 años, entre 1955 y 1975. Según el zodiaco vietnamita, en 1975 se celebraba “el año del gato”, nombre que dio título a una muy bonita y conocida canción del músico escocés Al Stewart -si alguien quiere recordar el tema, puede escucharlo en este enlace: https://www.youtube.com/watch?v=fqUiqHPUDOw -. Esta canción, que fue todo un éxito en su momento y que ha devenido en un clásico recurrente de la música de aquellos años, nada tenía que ver con ese conflicto bélico que se enquistó y en el que soviéticos y americanos se zurraron y patearon unos a otros de lo lindo. Eso sí, quienes pusieron el culo fueron los vietnamitas, aunque bien es cierto que los estadounidenses fueron menos reservones que los de la extinta URSS pues murieron 60.000 norteamericanos en las selvas vietnamitas. De los soviéticos fallecidos no hay ni datos pues jamás comparecieron oficialmente en la contienda, si bien armaron, financiaron, alentaron y teledirigieron al Vietcong, como era conocido el Frente Nacional de Liberación de Vietnam, y que era la organización política y militar de corte comunista que luchó contra el régimen “capitalista” de Vietnam del Sur y contra las tropas americanas.

                Los nacidos en los años del gato, según el horóscopo vietnamita, suelen ser personas de buen juicio, precavidas, amables y serviciales, al tiempo que poseen talento, ambición y creatividad. Por el contrario, suelen ser tercas, superficiales, egoístas y tener mal humor. Es evidente que quien creara este horóscopo quiso trasladar a las personas la parte magra de las características y peculiaridades de los animales vinculados al año de su nacimiento porque algunas de estas pautas de comportamiento son netamente gatunas. “El año del gato” de Al Stewart, como ya decíamos antes, no hablaba de la guerra del sudeste asiático recién concluida entonces y, simplemente, apelaba al “año del gato” vietnamita porque a su compositor y cantante le cuadró como sonaba esa expresión para el estribillo de su tema. En realidad, se trata de una canción de amor, con aroma a incienso y a pachuli –los olores por excelencia del movimiento hippy, nacido una década antes- y en la que hasta se cita a Humphrey Bogart y a Peter Lorre, dos de los actores masculinos protagonistas de la mítica película Casablanca. Al Stewart transitó con frecuencia en sus composiciones por parte del camino elegido por los poetas españoles llamados “novísimos”, entre el culturalismo y la contracultura, aportando letras verdaderamente interesantes. Letras que solo descubría la minoría que nos molestábamos en intentar saber qué había detrás de unas canciones que sonaban muy bien en inglés, pero de las que la gran mayoría solo entendíamos alguna palabra suelta. Así nos enteramos de que el “Año del gato”, con este comienzo: “On a morning from a Bogart movie / In a country where they turn back time…” (“En una mañana de una película de Bogart / En un país donde retrocede el tiempo…”), no era nada más y nada menos que una historia de amor entre un hombre y una mujer, puede que imposible por los arañazos del gato o por su excesiva melosidad, la eterna ciclotimia y dicotomía gatunas. Eso la canción no lo cuenta. En cualquier caso, “El año del gato” forma parte de la banda sonora de mi despertar a la música internacional en la edad adolescente, junto con “Hotel California”, de The Eagles, o “Carolina in my mind”, versión de James Taylor, y otros temas  más “beat”, más rítmicos…, en definitiva, más rockeros, como “More than a feeling”, de Boston. Siempre con permiso de papá Beatles y mamá Rollings, o sea, el pop y el rock en sus versiones más sublimes.

                Según el zodiaco vietnamita –su año comienza tras la primera luna llena, que llegará el día 17 de enero-, 2022 será “año del tigre”. Al Stewart ya ha cumplido 76 veranos –nació a primeros de septiembre- y no sé si tendrá ganas de componer una canción con este título, pero miedo me da pensar lo que se nos avecinaría si en vez de parecerse las personas que nacen al animal del año, como dice la tradición vietnamita, el propio año se pareciera al animal que lo nomina. Por cierto, 2020 fue el año del ratón y 2021 ha sido el del búfalo. Que cada uno saque sus propias conclusiones, aunque yo me decanto porque este y todos los horóscopos son cuentos chinos.

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