El Corpus Christi es una fiesta que, según la tradición española, hasta hace 33 años se celebraba en uno de los “tres jueves que relucen más que el sol”; los otros dos deslumbrantes días de Júpiter —de este dios romano deviene el nombre del cuarto día de la semana— en los que se celebraban solemnes festividades cristianas, eran Jueves Santo y el día de la Ascensión. Jueves Santo sigue cayendo en jueves, por razones obvias, pero tanto el día de la Ascensión como el Corpus pasaron a celebrarse en domingo, el primero desde 1977 y el segundo desde 1990. La decisión de que el Corpus dejara de celebrarse en jueves y pasara al domingo, al igual que ya ocurriera 13 años antes con la festividad de la Ascensión, la adoptó en 1990 la Conferencia Episcopal Española, justificándola así en una nota pública que fue emitida tras la celebración de la CXXXVII Reunión de su Comisión Permanente: “Los Obispos de España, con esta decisión, han pretendido evitar la inestabilidad de tan gran fiesta en algunos Calendarios autonómicos, hecho que influye negativamente en la práctica religiosa del pueblo creyente. Es claro que una festividad religiosa que no vaya acompañada del descanso laboral es difícil de celebrar desde los valores cristianos, y asimismo es difícil justificar y mantener el cumplimiento del precepto”. La CEE respondió de esta manera al problema que se le planteó en años anteriores en algunas comunidades en las que el Corpus fue jornada laborable y no festiva. No obstante, el episcopado español dejó abierta la opción de que, en aquellas comunidades o ciudades en las que el Corpus tuviera una significación y tradición especiales, las procesiones eucarísticas y demás actos religiosos conmemorativos de esta solemne festividad pudieran seguir celebrándose en jueves, siempre y cuando la autoridad local o regional, dentro del cupo que les corresponde, declararan festivo el jueves. Es el caso notorio de Toledo y Granada. Como es sabido, en Castilla-La Mancha es festivo el jueves de Corpus desde 2011, si bien solo se celebra la procesión eucarística ese día en Toledo mientras que en el resto de ciudades y pueblos de la región esta solemnidad sigue conmemorándose en domingo. Podríamos hablar, por tanto, de la celebración de un jueves de Corpus por lo religioso y lo civil en Toledo y solo por lo civil en el resto de la región. Los caminos de la política, a veces, son aún más inescrutables que los del Señor.
El Corpus también ha sido un día tradicionalmente de fiesta mayor en Guadalajara. Aunque su existencia podría remontarse incluso al siglo XIII, la celebración del Corpus Christi en las calles de la capital está documentada desde 1454, año en que el consistorio adquirió unos “rostros” para la Cofradía de los Apóstoles que es la más antigua de cuantas tienen actividad en la ciudad y es la encargada de preceder al Santísimo en la procesión de este día, acompañada por niños y niñas que han hecho la primera comunión en el año. Aunque ahora quienes representan a Jesús y los 12 apóstoles desfilan con túnicas, maquillados y con pelucas, hasta 1936 salían en procesión con rostros, unas caretas de madera de gran tamaño con la imagen y el nombre del apóstol que cada uno representaba. En la Guerra Civil se perdieron la práctica totalidad de aquellos rostros —muchos de ellos destruidos por los propios apóstoles para evitar verse comprometidos ante la persecución religiosa vivida en aquellos difíciles momentos— por lo que, cuando se recuperaron la procesión del Corpus y la actividad de la Cofradía de los Apóstoles en la posguerra, se optó por maquillar, vestir con túnica y manto y poner peluca a los cofrades, costumbre que permanece.
Cuando se trasladó el Corpus de jueves a domingo, en la Cofradía de los Apóstoles de Guadalajara se vivió una notoria crisis pues sus componentes preferían que la festividad se siguiera celebrando en su fecha tradicional del jueves. “No queremos ser apóstoles domingueros”, vino, incluso, a decir de manera irónica y expresiva, al tiempo que firme, algún apóstol. Hasta el entonces obispo de la Diócesis, don Jesús Plá, actualmente en proceso de beatificación, se reunió con la Cofradía para hacer ver a sus miembros que, como asociación de piedad popular sometida a los cánones de la iglesia, debían aceptar lo decidido por la Conferencia Episcopal, aunque supusiera romper una tradición. Visiblemente contrariada, la Cofradía no tuvo más remedio que someterse a lo determinado por la jerarquía eclesiástica, si bien aquel hecho devino en la baja de algunos hermanos y hasta en la dimisión del entonces hermano mayor, José de Pedro, muy disgustado, tanto por el cambio de fecha del Corpus como por la actitud levantisca y hasta la pérdida de formas de algún apóstol en el asunto del cambio de fecha. A José de Pedro le sustituyó durante un año Javier Borobia, quien devolvió voluntariamente la hermandad mayor a su predecesor en cuanto se calmaron las aguas, aduciendo que De Pedro era quien debía seguir ostentando ese cargo pues, además de ejercerlo adecuadamente, con autoridad, sentido común y ponderación, era el tercer miembro de su familia que lo detentaba ya que su padre, Pedro, y su abuelo, Marcelino, habían sido hermanos mayores con anterioridad. Curiosamente, la familia De Pedro es la titular del rostro de San Pedro. José de Pedro ha sido hermano mayor de la Cofradía de los Apóstoles durante varias décadas y hasta este mismo año en que, por razones de edad, ha decidido renunciar a serlo, proponiendo para sucederle a Diego Borobia, hijo de Javier y titular del rostro de Santiago Apóstol. Javier lo es de San Felipe, si bien quien le suple desde hace 13 años, por causa de su enfermedad, es su hijo mayor, Rodrigo. Cabe recordar que en la Cofradía de los Apóstoles la titularidad de los rostros se transmite de padres a hijos, prefiriéndose a los primogénitos. O sea, se trata de una herencia patrilineal. He sido miembro de la Cofradía de los Apóstoles durante 30 años y doy fe de que José de Pedro ha sido un gran hermano mayor y que ha ejercido el cargo con orgullo, honor, dignidad, responsabilidad y representatividad. Estoy absolutamente convencido de que su sucesor, mi querido hermano y amigo —a quien también siento un poco hijo— Diego, sabrá seguir el buen camino trazado por José. Tiene 33 años, la edad de Cristo, y nació en el año en que el Corpus pasó de jueves a domingo.