Archive for febrero, 2024

“Metafortísimo”

Como es sabido, cuando un adjetivo se usa en su forma de intensidad máxima estamos ante su grado superlativo. Fortísimo es el superlativo de fuerte y con él titulé hace un par de meses la entrada publicada en este mismo blog que dediqué a la incumplidora, inaceptable, incoherente, irresponsable, sorprendente y cambiante actitud de la Junta con el histórico Fuerte de Guadalajara desde hace 20 años, cuando se aprobó un Plan de Singular Interés (PSI) a instancias de la propia administración regional que varió los planes iniciales del ayuntamiento con estos antiguos terrenos militares, pero que después se ha incumplido de manera incomprensible. Y ya han pasado 20 años y cinco gobiernos regionales desde entonces, 4 del PSOE y 1 del PP. Pueden leer ese post en este enlace:

A día de hoy, aquel titular de “Fortísimo” que utilicé para calificar los reiterados incumplimientos y vaivenes de la Junta con el Fuerte, se ha quedado corto y, como ya no se puede superar el grado superlativo, he tenido que inventarme un nuevo adjetivo y acudir a una forma compuesta para calificar la nueva acumulación de despropósitos del gobierno de Page sobre este asunto: Metafortísimo es la palabreja que me ha surgido en el magín ya que “meta” es un prefijo que tiene su origen en una preposición griega que significa “después” o “más allá”. Así que, como la Junta ha superado el adjetivo fortísimo por su obsesiva y maniquea intención, vía trágala, de que se construya una pomposamente llamada “Ciudad del Cine” en el Fuerte que ni Guadalajara necesita ni el ayuntamiento parece querer, al menos como está planteada, pues calificaremos su actitud como más allá de fortísima. O sea, metafortísima.

Corrida de toros en Guadalajara con San Francisco al fondo. Grabado de Jenaro Pérez Villaamil. 1838. Museo Thyssen. Málaga

Aunque el post se va a alargar por ello bastante, conviene recapitular la cronología esencial del asunto del Fuerte: En 2000 se van los militares de allí y lo ceden al ayuntamiento, reservándose el Ministerio de Defensa parte de los aprovechamientos urbanísticos. El ayuntamiento, inicialmente, se propone desarrollar las 25 hectáreas ya previamente reservadas a viviendas en el Plan General del 99, cuando la Junta decide poner en marcha un Plan de Singular Interés (PSI) que suponía construir menos viviendas, pero quedarse con los aprovechamientos urbanísticos municipales —10 por ciento del valor del suelo— para aplicarlos después en la rehabilitación de los edificios de este singular e histórico cantón militar que, en la Edad Media, surgió inicialmente como monasterio. En 2005, siendo Alique alcalde, se firma el correspondiente convenio entre el ayuntamiento y la Junta y ésta comienza a licitar la urbanización de los terrenos y la construcción de las viviendas. En 2010, ya gobernando Román, comienzan a estar terminados los primeros bloques de viviendas y se solicita la correspondiente licencia de primera ocupación. Pese a que la Junta no había invertido en ese momento en el Fuerte nada más que lo empleado en la creación del llamado “Espacio TYCE”, incumpliendo descaradamente lo que contemplaba el PSI, el ayuntamiento, para no perjudicar a los propietarios de las viviendas, concede licencia provisional de ocupación, condicionada a que la administración regional cumpliera con sus obligaciones en materia de recuperación patrimonial y nuevos usos de los inmuebles históricos. Pasan los años y la Junta sigue sin cumplir, pese a los requerimientos del ayuntamiento, y éste se ve obligado a acudir a los tribunales. Gana el consistorio local en las sucesivas instancias hasta que, en 2018, el Tribunal Supremo, finalmente dicta ya sentencia firme condenando al gobierno de Page a invertir 22 millones de euros en la rehabilitación y acondicionamiento de los inmuebles del Fuerte para los usos que decida el ayuntamiento, pese a que la plusvalía que obtuvo en Guadalajara fue de 30 millones. La sentencia siguió sin cumplirse hasta que, en mayo de 2021, el entonces alcalde de Guadalajara, Alberto Rojo, y el consejero de Fomento de la Junta, Ignacio Hernando, anuncian a bombo y platillo que, por fin, la Junta va a empezar a cumplir con su obligación, que databa de 16 años antes, y con la STS de 2018, y a habilitar la Biblioteca Central Municipal en el taller de forja del Fuerte y en la nave de talleres, tras su rehabilitación, se iban a ubicar las Escuelas Municipales del entonces ya extinto Patronato de Cultura. Unos incompletos, pero buenos y adecuados usos de partida, sin duda. La Junta contrata el proyecto para la biblioteca y se gasta 45.000 euros en él. Tirados a día de hoy. El proceso de redacción se dilata casi 2 años, pero por fin, se solicita licencia de obra al ayuntamiento, que la concede en julio de 2023, siendo alcaldesa ya Ana Guarinos. No obstante, en febrero de ese mismo año —electoral, recordemos—, el alcalde y entonces candidato, Rojo, y el vicepresidente regional, Martínez Guijarro, firman un protocolo para construir la Ciudad del Cine en el Fuerte. Un nuevo conejo sale de la chistera. El proyecto inicial, dijeron con las urnas ya casi abiertas, era compatible con la biblioteca y las escuelas, o, al menos, así lo vendieron y pareció ratificarlo el hecho de la solicitud de licencia de obra para la biblioteca. Llegan las elecciones, se dan los resultados que se dan. Y otro giro más, este ya de tuerca hasta trasroscarla: En otoño de 2023, el delegado de la Junta en Guadalajara, Escudero, sin mantener conversación alguna con el ayuntamiento sobre el tema, ya filtra a la prensa que la Ciudad de Cine es innegociable y que, además, va a ocupar todos los terrenos del Fuerte. El equipo de gobierno municipal, pese a enterarse por la prensa del enésimo (des) propósito, desprecio y vaivén de la Junta, decide mantener silencio públicamente para no enquistar el tema y se reúne en noviembre con sus representantes para tratar de llegar a un acuerdo. En Toledo —dónde si no— se encuentran que no hay proyecto de Ciudad del Cine, solo una tormenta de ideas en seis folios. Quedan en que, a primeros de año, les presentarán ya el “proyecto” completo. Esto, por fin, tiene lugar el viernes, 16 de febrero, aunque algún día antes se filtra información a los medios sin duda con ánimo de presionar. Llamémosle inelegancia o vísperas de falta de respeto institucional. El delegado de la Junta y una persona de la empresa a la que se ha encargado el tema, son los interlocutores de los tenientes de alcalde, Esteban y López Pomeda, a quienes acompaña una técnico municipal de Urbanismo. Lo que la Junta decía que iba a ser un proyecto, no pasa de memoria valorada con números muy gruesos —sólo 500.000 euros para rehabilitar el claustro, por ejemplo— y absolutamente decepcionante pues, en realidad, no se van a rehabilitar los edificios, sino a consolidarlos para que no se caigan —se terminen de caer, mejor dicho—, y a dedicar todo el espacio a la supuesta Ciudad del Cine con algún uso complementario formativo y museístico que no se sostienen, pues son meramente cosméticos. Para colmo, el Fuerte lo gestionaría una empresa privada por concesión —incluso ya han salido nombres de posibles concesionarios que se asoman al asunto al igual que cotillea a los vecinos la vieja del visillo del humorista manchego José Mota—, tendría acceso restringido y por lo tanto los ciudadanos quedaríamos otra vez a espaldas de él, como cuando lo custodiaba una guardia militar. Además, la Junta viene a decir al ayuntamiento que “esto son lentejas” y que si no “traga” con su “proyecto” se perderán para la ciudad 7,8 millones de euros de fondos europeos que a 31 de diciembre deben estar ejecutados, al menos, al 30 por 100. Ni con voluntad política se llegaría a esa fecha porque los técnicos municipales creen que este nuevo PSI que planeta la Junta perjudica al ayuntamiento en términos jurídicos y económicos, al deber renunciar a los 22 millones de euros —más el interés legal del dinero desde 2018— de la STS, por 7,8 millones de fondos europeos. Además de estas consideraciones, hay otras de legalidad urbanística que asaltan a los técnicos y que deberían solventarse con el nuevo PSI propuesto, para lo que se necesitarían varios meses, como también se necesitan para licitar y adjudicar las obras. Vamos, que no se llega a diciembre con el 30 por ciento ejecutado ni aunque Page apoye la amnistía de Sánchez para los delincuentes del “Procés”.

Voy terminando ya: El equipo de gobierno municipal nos ha manifestado a los firmantes de la solicitud pública para que no se construya la llamada “Ciudad del Cine” en el Fuerte, sino que éste acoja una Ciudad de la Cultura con las importantes infraestructuras que le faltan en esa materia a la ciudad — colectivo en el que nos incluimos gentes vinculadas a la cultura de amplia experiencia y sensibilidades políticas distintas—, que está en nuestra línea de pensamiento. Si así es, tienen mi apoyo total. La Junta debe rectificar y dejar que Guadalajara decida lo que quiera para ella misma, incluso aunque se equivoque, que no es el caso, porque eso de la “Ciudad del Cine”, según se ha planteado y “proyectado”, tiene más sombras que luces y, sin luz, no se puede mirar ni siquiera a través de visillos. Guadalajara, además, necesita perentoriamente su biblioteca central municipal, sus escuelas municipales en un espacio amplio y adecuado, un Centro de Cultura Activa —o Casa de la Cultura, como se le quiera llamar— pues somos, probablemente, la única capital de provincia que no lo tiene, y otros espacios que completen las infraestructuras y servicios culturales de la ciudad. Y que no se pierdan esos fondos europeos será responsabilidad de la Junta, jamás del ayuntamiento, pues propone una actuación que no depende de ella, lo que sí depende es cumplir la STS de 2018 y respetar la voluntad de Guadalajara y de sus legítimos representantes municipales.

Iriépal “cazó” su botarga

Las botargas son los personajes enmascarados más reconocibles y singulares de la cultura tradicional de la provincia de Guadalajara. No son exclusivos, ni mucho menos, pues en otras partes de España, especialmente de la mitad norte, también se dan, eso sí, con otras denominaciones: mojigangas, zaharrones, zamarrones, zagarrones, zarramacos, zorromacos, cigarrones, harramachos, cachimorros, guirrios, peliqueiros, colachos, jarramplas, carantoñas, foliones, visparras, jurrus… Lo que sí es muy particular de nuestra provincia es la denominación de botargas y el hecho de que éstas suelen salir en enero y febrero, antes del carnaval, mientras la mayor parte del resto de enmascarados son personajes que se suelen enmarcar ya en el tiempo de las carnestolendas. Mucho se ha hablado —a veces, más bien, especulado— sobre su ancestral origen que, evidentemente, algo debe haber de ello pues si podemos afirmar que los dioses no emigran, los diablillos tampoco. Uno de los principales etnógrafos españoles y estudiosos de esta tradición de los enmascarados pre o carnavalescos, Julio Caro Baroja, defendió que las botargas poseen una evidente raíz europea y medieval. El sobrino de don Pío, que conoció bien nuestra tierra e incluso la frecuentó con su familia pues los Baroja llegaron a tener casa en alquiler y olivar en propiedad en Tendilla, identifica las botargas con los bufones contratados por consistorios europeos que salían en festividades especiales en la alta edad media y principios del renacimiento, si bien consideraba posible que los bufones pudieran tener unos antecedentes aún más primitivos. Lo que sí afirmaba es que “el atuendo y la palabra botarga implican una modernización renacentista” frente a otros enmascarados peninsulares, sobre todo del norte. La palabra botarga, que está en el diccionario de la RAE, se define así en su primera entrada: “En las mojigangas y en algunas representaciones teatrales, vestido ridículo de varios colores”. En la segunda, se limita a decir: “Persona que lleva la botarga”. Confío en que nuestras dos académicas actuales, la molinesa Aurora Egido —que, además, es la secretaria— y la guadalajareña, Clara Sánchez, aporten su cercanía a nuestro singular personaje, para que, bien se corrija, bien se matice la definición que de él hacen los vigilantes de nuestro idioma porque ni es exacta, ni es adecuada pues ni siquiera se hace referencia a que sea un personaje enmascarado, algo tan determinante como su vestido que, más que ridículo, a mi me parece colorista o multicolor. Para gustos, precisamente, los colores, y el concepto de ridículo hace tiempo que no se puede definir de manera pacífica.

Máscara de la recuperada Botarga de San Blas, de Iriépal

Volviendo a Caro Baroja, éste publicó en la Revista de Dialectología y Tradiciones Populares, en 1965, un interesante artículo sobre las botargas de Guadalajara que reimpulsó su hasta entonces mínima presencia en el panorama etnográfico nacional. Doce años antes, en esa misma y prestigiosa revista de aquel tiempo, nuestro recordado y querido Sinforiano García Sanz, maestro y librero de viejo en Madrid, nacido en Robledillo de Mohernando, ya había publicado un gran trabajo titulado “Botargas y enmascarados alcarreños”. Me consta que Caro tuvo noticias directas y más detalladas de las botargas por el artículo de Sinfo, como era conocido “Gesanz” —seudónimo que también utilizaba Sinforiano—, y por las conversaciones que con él mantuvo, hasta el punto de llegar a visitar algunos pueblos de Guadalajara con botargas, como el propio Robledillo, Retiendas, Aleas o Beleña. En ese viaje y en esos pueblos filmó una mítica película para el NO-DO, titulada “A caza de botargas”, y tomó datos y notas para varios artículos publicados en revistas especializadas y libros.

El tema de las botargas es recurrente en mis artículos y raro es el año que no les dedico alguno en el que es probable que me repita, al menos en parte, pero su arraigo y relieve en nuestra cultura tradicional es tal que, última y felizmente, me veo obligado a ello porque hay noticias, o sea novedades —que ese es el origen etimológico de la palabra—, en torno a ellas, algo que me agrada sobremanera. En los últimos años se han ido recuperando botargas que no salían desde hacía, incluso, más de un siglo, el año pasado la Diputación y La Tradición Oral iniciaron el proyecto “La Ruta de las Botargas” y este año, Iriépal ha recuperado —ha “cazado”, si seguimos la huella de Caro Baroja—, su tradicional botarga de San Blas, saliendo el sábado 3, festividad del santo con fama de curar los males de garganta. Acompaña estas líneas la imagen de la máscara con la que salió la rediviva botarga de San Blas, de Iriépal. Es de madera, como las antiguas que hacía el recordado “Mere”, de Arbancón. Con ella y con buen criterio, han huido de los insostenibles —y, a veces, infumables— de plástico. Representa una abubilla con su característico penacho de plumas y pico largo porque las gentes de este hoy barrio de la capital tienen el mote de “Bubillos”, como los de Taracena tienen —tenemos— el de “Ahumaos”. Sobre este asunto de los motes entre pueblos, algo muy común entre vecinos y comarcanos, nos ocuparemos en otra ocasión, como ya se ocupó el hoy tantas veces citado Caro Baroja calificándolo como un hecho evidente de socio-centrismo.

Vamos terminando, que es gerundio y necesario por razones de espacio: Cuando Sinfo publicó, mediado el siglo XX, su importante artículo sobre las botargas y otros enmascarados alcarreños —más bien guadalajareños, pues los había no solo de la comarca de la Alcarria—, dio datos de la existencia de 29, de los que en ese momento solo salían ya 12. Por cierto, entre esas 29 estaban la recuperada, en 2017, botarga de San Ildefonso, de Taracena, y la igualmente recuperada, este año, botarga de San Blas, de Iriépal. En la actualidad, son más de medio centenar las botargas, zarragones, vaquillas, vaquillones, diablos y otras denominaciones particulares de enmascarados de la provincia que ya tienen una —y algunas hasta dos— citas en el calendario. Doy por hecho que se están recuperando personajes tradicionales y no que se está intentando hacer tradicionales personajes por imitación o moda.

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