Huetos: solidaridad alcarreña para el Sahel

Según el trabajo de Diego de Guadix, titulado “Recopilación de algunos nombres arábigos”, que data del siglo XVII, “Alcarria” es una voz de origen árabe que significa lo mismo que “alcaria”, o sea, “la aldea”, la “alcaría” o “alquería”. Guadix decía en su tratado que “a todo lo que agora llaman Alcarria, llamaron y nombraron los moros por este nombre, “Fechalcora”, que significa el collado de las aldeas o el cerro de las aldeas o el campo de las aldeas”. Otros estudiosos de la toponimia, sostienen que Alcarria viene de la voz prerromana “carri”, que significa roca, en referencia a lo pedregoso que habitualmente es su territorio. Por otra parte, en el Diccionario de Madoz se llega a afirmar que Alcarria proviene de Olcadia, la tierra de los olcades, un pueblo íbero que se asentaba en lo que hoy es la provincia de Cuenca, aunque la actual tierra de Guadalajara era entonces habitada por los arévacos. Los olcades ocupaban parte del territorio alcarreño de la actual Cuenca, pero sobre todo se asentaban al Sur del Júcar, más bien hacia la Manchuela, por lo que esta teoría se desvanece bastante en favor de la recogida por Diego de Guadix y que es la mayormente aceptaba.


Así las cosas, en esta “tierra de aldeas” y de los numerosos caminos que a ellas llevan y de ellas traen, que es sin duda la Alcarria, de vez en cuando nos encontramos con algún pueblo que, pese a su pequeñez, no solo está tendido al sol, casi despoblado gran parte del año y solo abarrotado en semana santa y agosto, sino que su corazón comunitario late de una manera especial, aunque sus hijos vivan la mayor parte del año fuera de él. Uno de esos pueblos alcarreños que no son solo una suma de heterogéneas individualidades, sino un compacto conjunto de esfuerzos y voluntades, es Huetos, una pedanía de Cifuentes, casi deshabitada durante muchos meses, pero a la que sus hijos vuelven en cuanto pueden porque, cuando les llama la tierra, la amistad y la solidaridad, tienen los oídos bien abiertos. No es un panegírico gratuito el que voy a hacer hoy de Huetos, sino un justo homenaje de altavoz y reconocimiento porque sus gentes llevan ya 30 años apoyando con su compromiso solidario personal y comunitario el proyecto de cooperación Karangasso en el paupérrimo Sahel africano, en Mali y Burkina Faso, donde labora y se esfuerza cada día desde hace ya tres décadas un hijo de Huetos, Manuel Julián Gallego Gómez, Misionero de los llamados “Padres Blancos”.
Manuel Julián trabaja sobre el terreno, incluso sobrevivió en él a una grave dolencia digestiva que salvó de milagro dada la virulencia con la que cursó y los precarios servicios sanitarios de aquella zona tan pobre; su hermano, Antonio Damián, conocido y notable fotógrafo alcarreño y buena persona donde las haya, tuvo que viajar allí de urgencia en su socorro, cargado con una pequeña maleta, la angustia por la situación crítica de su querido hermano y… una cámara de fotos que su —nuestro y de muchos más— amigo, Nacho Abascal, otro extraordinario fotógrafo, le recomendó llevar. Antonio llegó a tiempo de acompañar a su hermano en su agudo y grave proceso que, felizmente, superó, permitiéndole después aquel viaje hacer un reportaje fotográfico humanista, de auténtica categoría, que acabó siendo un excelente libro fotográfico solidario en el que Antonio evidenció una vez más su calidad humana y fotográfica: “Noticias desde Bobo-Dioulasso” tiene por título. Lo que se recaudó con su venta, fue donado al proyecto Karangasso.
Si Manuel Julián trabaja físicamente y a pie de terreno en Mali y Burkina Faso, sus vecinos y amigos de Huetos llevan acompañándole moralmente todo ese tiempo pues, desde que apeló a su solidaridad para obtener recursos para su proyecto africano, muchas son las iniciativas que en el pueblo se han puesto en marcha para este fin, especialmente el Mercadillo Solidario que se estuvo celebrando durante muchos años todos los meses de agosto, hasta que la pandemia de Covid lo impidió y se le dio un giro al asunto a partir de 2021, sustituyéndose desde entonces el rastrillo por una comida de amistad y solidaridad, en la que las gentes de Huetos aportan viandas y pagan por las aportadas por otros; lo recaudado se envía al proyecto solidario africano que tiene en Huetos su Kilómetro cero.
Desde que Huetos se comprometió con el proyecto Karangasso, se han recaudado más de 300.000 euros, una cifra que, puesta en el terreno, se multiplica por tres pues allí no se va ni un céntimo por la gatera, sino que se aprovechan de una manera muy eficiente los recursos dado que los costes de los productos y los servicios en África suelen ser muy inferiores a los de Europa. Gracias a este dinero que ha partido de la solidaridad de este alcarreñísimo pueblo, famoso por la dulzura de sus melones, se han desarrollado allí proyectos educativos, sanitarios y sociales. En este último ámbito, cabe señalar que la zona vive actualmente una de sus recurrentes hambrunas y que las ayudas recibidas se están destinando a comprar camiones de mijo y maíz, que son los cereales base de la alimentación de su población. Hace unos años, la obra social de la extinta Caja de Guadalajara también se comprometió con el trabajo misionero de Manuel Julián y de Huetos en la zona y construyó un centro de formación profesional en Bamako. Solo esa actuación ya supuso una inversión de más de 150.000 euros, que los puso la Caja, pero detrás de ellos estuvieron los hermanos Gallego Gómez, uno allí y otro aquí, junto a sus vecinos y amigos de este pueblo alcarreño, unido y solidario como pocos, además de hospitalario. Doy fe de ello. Allí no hay nadie que vaya de buena voluntad al que se le considere forastero.
Decía Cela que “la Alcarria es un hermoso país”, pero después de recorrer mil y una veces sus pueblos y encrucijadas de caminos que hasta le dieron el nombre, cada vez tengo más claro que lo mejor de esta tierra no es su paisaje, sino su paisanaje. Lo más bonito de la Alcarria, sí, no son sus colores en primavera y otoño, es el corazón de sus gentes que late en la piel que el tiempo labró en infinitas jornadas de sol a sol y viento a viento. Y en Huetos, con sus latidos amicales, fraternales y solidarios, está una de las capitales de esa Alcarria que más quiero yo.

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