No es que sea yo ni un timorato ni un pazguato precisamente, ni un tipo poco advertido, ni me asuste fácilmente por algo, ni me haga cruces cada dos por tres, pero aunque no sea así, últimamente se está viendo desbordada con frecuencia mi capacidad de asombro por algunas cosas que están pasando, sobre todo desde que los anti-sistema han comenzado a gestionar algunas partes del sistema; pocas todavía, pero todo se andará, porque Pedro Sánchez quiere pillar cacho como sea y Podemos está por la labor de hacerle de muleta. Lo antes dicho me lleva a pensar dos cosas: que me estoy haciendo mayor por mí mismo –un hecho cierto, para ello basta mirar mi DNI y mi barba, ya casi toda ella blanca- y que algunas circunstancias me están haciendo mayor por sí mismas. O sea, siempre Ortega y Gasset: “Yo soy yo y mis circunstancias”.
No es la primera vez, y me temo que no será la última, que comento algunos desatinos, parte de ellos de pésimo gusto, muy mal talante y retorcimiento mental superlativo, protagonizados por altos cargos, recién elegidos, del entorno de Podemos; hoy, será ya la segunda, cuando han tomado posesión hace apenas un mes. Si a alguien le aburre que señale con el dedo lo que creo señalable de esta “nueva casta política” que reniega de la vieja, que no siga leyendo. “Aviso gorra”, como decíamos de pequeños cuando jugábamos a la dola en la Concordia y queríamos que se dieran por enterados de algo nuestros compañeros de juegos.
Barcelona ha sido siempre una ciudad catalana, española y europea bandera, referente de modernidad, apertura y modelo de gestión urbana. Cuando los barceloneses no perdían el tiempo –al menos, tanto- en banderías radicales de regionalismos decimonónicos trasnochados, era más cosmopolita que Madrid y tenía menos caspa y salida al mar; o sea, la releche. Pues bien, desde que la antigua lideresa de la Plataforma Antideshaucios, Ada Colau, es su alcaldesa, en Barcelona se van a paralizar las concesiones de licencias de hoteles justificándose esa decisión en que “ya hay muchos en la ciudad y el turismo debe ser menos molesto”. O sea, que la lideresa de la PAH, la primera medida que ha adoptado ha sido la de desahuciar a los hoteles que aún no tengan licencia porque con ella no la van a tener, al tiempo que desahuciar a los parados del sector servicios de la ciudad que podrían encontrar empleo directo, o diferido, gracias a esos hoteles. Y la segunda medida que ha adoptado Ada ha sido la de emplear a su pareja, Adriá Alemany, en el Ayuntamiento barcelonés, de manera indirecta pero descarada, como responsable de relaciones políticas e institucionales de “Barcelona en comú”, el partido con el que Colau concurrió a las elecciones municipales de mayo. Y la tercera, colocar a dedo a la pareja de su número dos, Gerardo Pisarello, que será asesora del área de Vivienda municipal. Y la cuarta, enchufar como “Dircom” –directora de comunicación- a Águeda Bañón, entre cuyos méritos destaca ser una conocida activista post-porno, administradora del blog “Girls who like porn” –lo que traducido del inglés significa “chicas a las que les gusta el porno” que, en catalán “macarrónico”, podría traducirse como “moçetas a las que agrada el calçot”, o sea, la cebolleta-. Entre los méritos de Bañón también destaca el hecho de sentirse muy orgullosa de la foto que corre por las redes sociales en la que se ve a la susodicha meando en plena calle, a pulso, porque ni siquiera se molestó en agacharse para no mojarse las piernas y las bragas durante su micción pública. Por cierto, que a esta señora tan meona la llaman en la blogosfera pro-porn “Miss Bragas”. Aunque sea seguir incidiendo en lo escatológico: ¡Te cagas!
Cádiz no es ni Madrid, ni Barcelona, ni falta que le hace. La “Tacita de plata” es una preciosa ciudad, “novia del aire y señorita del mar”, como le cantaba José María Pemán, ese mismo mar al que Alberti le robaba caracoles y algas. Esa maravillosa ciudad de Cádiz, que fue la capital de la España libre y liberal durante el tiempo en que los “fanfarrones” franceses la sitiaron para tratar de acallar a los primeros constituyentes españoles, los de “La Pepa” de 1812, tiene ahora un alcalde “podemita”, al que apodan “Kichi”, y que no ha tenido otra ocurrencia que quitar de su despacho un retrato del rey emérito, Juan Carlos I, quien, junto a Adolfo Suárez, hizo posible la concordia entre españoles en la “Transición”, por uno del que fuera alcalde anarquista gaditano en la primera república, Fermín Salvochea. Creo que “Kichi” se ha equivocado, no por poner a Salvochea, sino por quitar a Juan Carlos. Los de la “vieja casta” restaban más que sumaban, los de la nueva, dividen.
Y pongamos que termino hablando de Madrid, ese Madrid “insufrible, pero insustituible” del andaluz Joaquín Sabina; el Madrid “absurdo, brillante y hambriento” del gallego Valle Inclán; el Madrid “provinciano y popular, pero muy querido”, del canario Pérez Galdós; el Madrid que, “cuando se conoce, es la ciudad más española de todas, la más agradable para vivir, la de la gente más simpática, y, un mes con otro, la de mejor clima del mundo”, como dijo el americano Hemingway; ese Madrid, que ahora es el de la exjueza, hoy alcaldesa, Manuela Carmena, no puede permitirse tener concejales entre sus filas que se mofan lo mismo de los judíos que de las víctimas del terrorismo, como Guillermo Zapata, o que asaltan oratorios de la iglesia católica porque sus malas bilis les incitan a la intolerancia y el fanatismo que dicen combatir, como Rita Maestre, o que falsean sus currículums, como ha hecho Marta Higueras, la vicealcaldesa y “mano derecha” de Carmena –puede que sea más apropiado en este caso hablar de “mano izquierda”-, que dice haber sido “jefa de la secretaría del Tribunal de Cuentas”, cuando lo que en realidad fue es secretaria particular de una consejera de IU en este alto tribunal. “No es lo mismo”, como canta Alejandro Sanz.
Si “Miss bragas” se meó en la Gran Vía de Murcia y hoy es Dircom en Barcelona y se ufana de su pis en público, me consta que no muy lejos de aquí, una alcaldesa “podemita” recién elegida, dijo, también en público, apenas una semana después de acceder al cargo, que “estaba hasta el coño” de que la llamaran y molestaran continuamente cuando fue requerida por un asunto de orden público. Por cierto, ahora no recuerdo exactamente si dijo “coño” o “chocho”, pero de lo que sí estoy seguro es de que “no es esto, no es esto”, como afirmó el pre y siempre tan citado Ortega.