En el año recién estrenado, 2016, se van a conmemorar, espero que con magnanimidad y estoy seguro que con unos programas dignos, los centenarios de los nacimientos de Camilo José Cela (Iria Flavia –Padrón-, La Coruña, 11 de mayo de 1916) y de Antonio Buero Vallejo (Guadalajara, 29 de septiembre de 1916), dos de los más importantes escritores españoles del siglo XX y, como es sabido, ambos estrechamente vinculados a la provincia de Guadalajara, en el caso de Cela por ser el autor de “Viaje a la Alcarria”, uno de los mejores relatos de viajes escritos en la pasada centuria, y por haberse avecindado un tiempo en nuestra provincia, de la que fue “Hijo adoptivo”, y en el de Buero por haber nacido en la capital, de la que recibió los títulos de “hijo predilecto” y Medalla de oro, tanto de la propia ciudad como de la provincia.
Por razones profesionales, me consta que se lleva ya tiempo trabajando, tanto en la Diputación como en el Ayuntamiento, en la elaboración de sendos programas acordes con la gran estatura literaria de los ya próximos centenarios; de hecho, el Presidente de la institución provincial, José Manuel Latre, presentó públicamente hace algunas semanas las líneas maestras del programa del centenario de Cela y el Vicepresidente 3º y Diputado Delegado de Cultura y Educación, Jesús Herranz, anunció ya en octubre que también se trabajaba en el centenario de Buero, en este caso muy de la mano con el Ayuntamiento, como no puede ni debe ser de otra manera. La reciente aprobación unánime de una moción en el ayuntamiento de Guadalajara, presentada por “Ahora” y transada por el equipo de gobierno del PP, por la que se proponía celebrar el centenario de Buero con un programa de actos adecuado, ha venido a sumarse a los anuncios e iniciativas institucionales al respecto de estas efemérides.
Aunque desde el simplismo alguien tenga la tentación de contemplar únicamente la figura de Cela como un autor próximo a la derecha y la de Buero con un dramaturgo muy comprometido con la izquierda, espero que a ambos se les homenajee, no por sus filias o fobias políticas, sino como los dos grandes escritores del XX que fueron, hasta el punto de que el gallego llegó a ser Premio Nobel de Literatura en 1989 y el alcarreño candidato al mismo en varias ocasiones. Lo que sí recibieron ambos es el Premio Cervantes, Buero en 1986 y Cela en 1995, entre otros importantes galardones. También fueron ambos académicos de la RAE, Cela ocupando el sillón “Q” desde 1957 y Buero el “X” desde 1971. No eran amigos, no; ni se trataron especialmente, pero a los literatos de envergadura, como son ambos, no cabe juzgarles por sus simpatías políticas ni personales, sino por sus obras y los dos, sin duda alguna, comparten el hecho de haber llegado al más alto de los escalones de la literatura española contemporánea, en el caso del gallego gracias a su magnífica producción de novelas y ensayos, y en el del guadalajareño, merced a su extraordinaria obra como dramaturgo. Insisto, para quienes tengan la tentación de tratar ambos centenarios a través del filtro exclusivamente político, mi rechazo; el sectarismo es un pésimo consejero, miope y tórpido.
Por cierto, hablando de mala praxis política, me consta que tras la muerte de Buero Vallejo, acaecida en Madrid en 2000, se intentó poner en marcha una fundación bajo su nombre, para gestionar y proyectar su enorme legado literario, y que ello no fue posible, fundamentalmente, por (malas) razones políticas, al no ponerse de acuerdo las instituciones públicas regional, provincial y local, entonces, como ahora, gestionadas por distintos partidos. Espero, y deseo, que con motivo del próximo centenario de su nacimiento, y ya con el cadáver de Buero bien frío, las instituciones públicas correspondientes y la familia se pongan de acuerdo para constituir de una vez por todas esta, a mi juicio y el de muchos, necesaria fundación. Sólo faltaría que, como en la obra de Buero homónima, “La Fundación” (1974), esta necesaria institución que debe llevar su nombre y trabajar por difundir su obra, en vez de ser una habitación “lujosa”, fuera en realidad una cárcel, considerada ésta como la ceguera –tanto y tan bien tratada por nuestro paisano en sus obras- de unos responsables públicos muy irresponsables. Mejor “El concierto de San Ovidio” que el de “san ofidio”.
Como dejó escrito Buero, “duda cuanto quieras, pero no dejes de actuar”. Con responsabilidad, sentido común y altura de miras. Esto último lo añado yo, pero estoy seguro que mi primo Toni lo suscribiría.