Archive for julio, 2019

Romanones y la Guadalajara vaciada

El último artículo que cada año suelo escribir antes de irme de vacaciones de verano -a Comillas, por supuesto, a mi casa del mar en medio de la montaña-, tengo por costumbre dedicarlo a temas relajados, intemporales, pegados a la tierra y a las gentes, como es propio de este tiempo en el que la intensidad debe dejar paso al apagamiento y la dulzura a la acritud porque el calor fogoso es mal compañero de sesudas y aristosas reflexiones. Rompo hoy esa tendencia a la atonía temática, formal y conceptual, de mi entrega previa a la vacación y la molicie porque las circunstancias así lo han querido al poner en mi camino varias informaciones procedentes de la Junta de Comunidades de Castilla-La Mancha según las cuales luchar contra la despoblación regional va a ser una de las prioridades del nuevo mandato de Emiliano García Page. Nada que objetar a que, por fin, se priorice de verdad esa lucha, pero como uno ya va peinando canas y sabe más por viejo que por diablo, no estoy dispuesto al “trágala” de conocer este loable objetivo, elogiarlo por buenista y bienintencionado y… olvidarme que la despoblación, en el caso de Guadalajara que es el que mejor conozco, no es un hecho nuevo ni reciente como para priorizar ahora su lucha, sino que deviene de hace ya muchas décadas y no es un problema coyuntural, sino endémico, por inacciones previas. Especialmente de la Junta en los últimos casi 40 años.

El mínimo poblacional histórico de la provincia se produjo en 1981, cuando el total del padrón provincial apenas superaba los 140.000 habitantes. Como es sabido, actualmente la provincia casi ha doblado ese dato, pero con una circunstancia que singulariza mucho la problemática demográfica de Guadalajara:  Mientras la zona del Corredor del Henares y el entorno de la capital han crecido poblacionalmente casi de forma exponencial -por ejemplo, El Casar tenía 1400 habitantes en 1981 y a día de hoy ha multiplicado por 10 su censo-, la “otra Guadalajara” -no solo Molina, donde hace ya tiempo trabaja la asociación que lleva este nombre-, sino también las serranías del norte y cuatro quintas partes de la Alcarria, han seguido padeciendo la emigración, un hecho que no cesa prácticamente desde finales de los años cincuenta y principios de los sesenta del siglo pasado.

Son ya 70 años de regresión poblacional, casi un siglo, los que lleva padeciendo la provincia de Guadalajara que, por razones obvias, forma muy significativa parte de eso que ahora se ha dado en llamar “la España vaciada”, pero que, como decía, lleva muchos años vaciándose y quizá sea ya demasiado tarde -podría incluso quitar el quizá del beneficio de la duda-, para que revierta esa situación, al menos de manera notoria. Si se ha detenido o se va deteniendo un tanto la sangría poblacional es porque ya no se puede vaciar más lo que está vacío o casi.

No seré yo, que llevo preocupado y escribiendo sobre este asunto desde que tengo uso de razón periodística, quien ponga un palo en la rueda al nuevo gobierno regional si, de verdad de la buena y no como uno más de los anuncios/propaganda a los que nos tiene acostumbrados, se toma en serio contratacar y revertir la despoblación del medio rural. Para combatir la despoblación, nos dicen ahora que van a trabajar hasta 11 direcciones generales de la Junta, a lo que se sumará un “comisionado para el reto demográfico” que tendrá como encargo principal elaborar la futura ley de lucha contra el despoblamiento. De 79 altos cargos que tiene el gobierno regional, 11 van a dedicarse directamente a la despoblación, según ha informado la portavoz del ejecutivo de Page, aunque supongo que también dedicarán parte de su tiempo a la población… Ya voy siendo mayor y mi optimismo antropológico lo han ido chafando muchas banderas rotas; permítaseme, por ello, que me muestre desconfiado, renuente y escéptico con que se cumpla el propósito de luchar contra la despoblación, entre otras razones porque la despoblación extrema no vota o sus votos solo representan los decimales de la población que sí suma y decide mayorías.

No es mi intención dejarles con un poso de desazón cuando están ya disfrutando de las vacaciones o lo van a hacer pronto, bastantes de ustedes en esos pueblos vaciados once meses al año y que se llenan de bote en bote durante uno; pero no puedo terminar este “post” sin dar cuenta de algunos de los muchos planes y programas públicos, regionales y estatales, que, solo en los años 80, se pusieron en marcha -o se dijo que se iban a poner o se pidió que se pusieran- para luchar contra la despoblación en nuestro medio rural: Comarcas de Acción Especial (1982), Grandes Áreas de Expansión Industrial -con preferencia en el medio rural- (1983), Zonas de Urgente Reindustrialización (ZUR) -ésta solicitada por la Diputación a la Junta para compensar la caída de empleo previsible tras el fin de las obras de la Central Nuclear de Trillo-, Plan Especial de Regadíos -solicitado en 1985 por APAG y Jóvenes Agricultores para extender los cultivos regables de la provincia en 7000 hectáreas-, Zona de Ganadería de Montaña, en Molina -1986-, Zonas de Acción Especial -Molina y Serranías (triángulo Condemios, Jadraque y Sigüenza)-, en 1986, Zonas Asistidas de la U.E., en 1987, -curiosamente, en estas zonas había ayudas de hasta un 45 por ciento para la provincia de Guadalajara y del 75 para el resto de provincias-, Operaciones Integradas de Desarrollo -que incluía 90 municipios de la región, pero ninguno de Guadalajara-, en 1988, etc. Ya en los años 90, concretamente en 1991, se puso en marcha el programa Leader, al que siguieron el Leader II y el Leader Plus, además de otros programas europeos de desarrollo directamente dirigidos al medio rural.

Como verán, a la Guadalajara hoy vaciada, mientras se iba vaciando, llegaron varias actuaciones, algunos programas de desarrollo y muchos anuncios que no pasaron de eso, pero se siguió vaciando. ¿Qué quiere eso decir? Evidentemente que no se han hecho bien las cosas y, en algún caso, que se hicieron muy mal.  Espero que este nuevo anuncio del gobierno regional no se quede solo en eso y que, además de programas de desarrollo e inversión, vengan unas leyes que, de verdad, contribuyan a fijar y recuperar población en el medio rural. Lejos del clientelismo, por favor, que ya nos sabemos de memoria cómo funciona eso; lo inventó Romanones, sí, pero se sigue practicando con fruición y ya ni siquiera con la gracia que lo hacía don Álvaro pues, en vez de prometer puentes donde ni siquiera hay ríos, ahora se prometen puestos en los retenes de incendios, en la limpieza de los montes, en Geacam, en Tragsa o en las ambulancias.

 

Arriba, foto de Vallejuelos (Taracena)

 

 

La OBS de Caja de Guadalajara se fue a Sevilla                

He dormido, literalmente, durante varios años sobre la mayor parte de los fondos que en su día constituyeron el conjunto de bienes artísticos de la Obra Social y Cultural -en adelante, OBS- de la tristemente desaparecida Caja de Guadalajara. Ahora ya no duermo sobre ellos porque, al parecer, hace ya algunos meses que dejaron de estar almacenados en el local donde “la nuestra” tuvo su centro de recreo para jubilados, en el número 111 de la calle Capitán Boixareu Rivera, para ser trasladados a Sevilla, sede de la Fundación Cajasol que es su propietaria desde que en 2010 la caja andaluza absorbiera, por fusión -casi más por fisión, si me apuran- a la caja alcarreña.

Como recordarán -y si no, les refresco la memoria-, en 2010 la Caja de Guadalajara perdió su autonomía y entidad propia fusionándose con Cajasol, marca comercial que reunía las antiguas Caja de San Fernando, sevillana, El Monte, onubense, y Caja de Jerez. Poco después, la caja resultante, que oficial y mercantilmente tuvo el casi infinito nombre de “Monte de Piedad y Caja de Ahorros San Fernando de Guadalajara, Huelva, Jerez y Sevilla”, se fusionó también con Caja Navarra, Caja Canarias y Caja de Burgos, dado paso a Banca Cívica. Como a pesar de haberse fusionado ya siete antiguas cajas, la nueva entidad resultante, aunque travestida nominalmente como “banca”, era poco más que polvo en el viento -gran canción la de “Dust in the wind”, de Kansas– en el mercado financiero, uno de los peces grandes de aquel mercado, la catalana “Caixa”, se comió en 2012 -fusión por absorción volvieron a llamar a aquel proceso- al pez mediano de “Banca Cívica” y así nació “Caixabank”, marca que sigue operando como tal.

No es el objeto de esta entrada analizar las causas de aquel tsunami que vivió durante unos años el mercado financiero español y que estuvo a punto de que nuestro país, como le ocurrió a Grecia, tuviera que ser rescatado por la Unión Europea a precio de sangre, sudor, lágrimas y dejarse muchos pelos en la gatera, pero sí quiero constatar que una de sus muchas y negativas consecuencias fue la desaparición de la Caja de Guadalajara, una pequeña entidad, pero muy pegada al terreno, humana, con rostros reconocibles, vocación de servicio y una muy estimable OBS, cuyo rastro puede que lo hayamos perdido ya para siempre.

Retrotraigamos la historia de las fusiones bancarias que afectaron a Caja de Guadalajara al ámbito que hoy nos ocupa, su obra social y cultural. Cuando Cajasol se integra en Banca Cívica, su obra social mantiene su personalidad jurídica diferenciada como Fundación Cajasol, que a día de hoy aún pervive. Al absorber Caja Sol a la Caja de Guadalajara, una de las condiciones que se establecen en ese proceso -y que conocen y aprueban sus respectivas asambleas y tanto la Junta de Andalucía como la de Castilla-La Mancha-  es que, con el patrimonio de la antigua obra de la caja guadalajareña y con el fin de mantener su actividad social y cultural, se cree una Fundación Caja de Guadalajara que, inicialmente, tendría una dotación de 5 millones de euros anuales durante los 3 primeros años de funcionamiento. Como es sabido, esa Fundación jamás llegó a constituirse, incumpliéndose así el acuerdo de fusión por absorción de Caja de Guadalajara con Cajasol, hecho que, a mi juicio, podría hacer hasta revisable la validez y eficacia del mismísimo acuerdo y, por supuesto, reclamable su cumplimiento ante las instancias judiciales que proceda.

Según informa en un buen reportaje publicado el finde del 6 y 7 de julio pasados en “La Tribuna de Guadalajara” la gran periodista que hace ya tiempo que es Beatriz Palancar, tres pisos por debajo de donde yo habito desde que era adolescente estuvieron almacenadas durante varios años las más de mil obras -fundamentalmente pinturas- que conformaban el inventario artístico de la OBS de la Caja de Guadalajara y que, según varias fuentes, tras un periplo previo por la pomposamente llamada “Torre Guadalajara” -casi vacía como el cerebro de algunos- y otro posterior por una nave azudense, pueden haber terminado en un almacén de Sevilla, propiedad de la Fundación Cajasol. O sea que, además de no cumplirse el acuerdo de crear la Fundación Caja de Guadalajara, hecho que ha supuesto que, al menos, 15 millones de euros hayan dejado de invertirse en obra social y cultural en la provincia, los rectores de Cajasol ya ni siquiera han dejado lo que era de Guadalajara en Guadalajara, sino que se lo han llevado a Sevilla. Y ya sabemos todos como acaba el dicho del que -en este caso, de lo que- se va a Sevilla…

En 2011, el valor material de esa obra artística que en su día fue propiedad de la OBS de Caja de Guadalajara estaba cuantificado oficialmente en 750.00 euros, aunque el valor inventariable total de su patrimonio -sumados muebles e inmuebles- superaba los 2,4 millones. Los inmuebles, evidentemente, siguen estando en Guadalajara, aunque su propiedad y usufructo los detenta la Fundación Cajasol, pero las obras artísticas marcharon a Sevilla y es probable que nunca vuelvan porque no sería de extrañar que se pusieran muy pronto a la venta en subasta para hacer caja, así con minúsculas. Esa almoneda y muy posible diáspora de obras de arte podría suponer que jamás se pudiera exhibir ya de forma conjunta y permanente en Guadalajara, como sería deseable, lo mejor de esos fondos artísticos que, además de creaciones de grandes artistas nacionales, está fundamentalmente conformada por pinturas de autores locales de la talla de Alejo Vera, Casto Plasencia, Regino Pradillo, Fermín Santos, Raúl Santos, Santos Viana, González Lamata, Fernández Molina, Antonio Burgos, Carlos Iznaola, José María Ortíz, etc.

He estado tentado de poner nombres y apellidos a las responsabilidades de algunos en este feo asunto pero, después de pensármelo, voy a darles el margen de la duda de que están trabajando en silencio para que se termine de constituir de una vez por todas la Fundación Caja de Guadalajara y en los términos en que en su día se aprobó jurídicamente y “vendió” mediáticamente, además de para que los fondos artísticos de la OBS de “la nuestra” regresen de Sevilla y esta vez para quedarse y ser expuestos y no solo almacenados acumulando polvo. Evidentemente, quienes también tienen mucho que decir en esta cuestión son la Junta de Comunidades de Castilla-La Mancha -que aprobó la fusión por absorción de Caja de Guadalajara con Cajasol y sus condicionantes-, la Diputación Provincial -entidad fundadora de la Caja- y el Ayuntamiento de Guadalajara, ciudad en la que tenía su sede social y anfitriona de esos bienes artísticos hasta hace unos meses.

Una gran sala en el Museo de la Ciudad, con sede en El Fuerte, en la que se exhibieran de manera permanente los más destacados fondos artísticos de la OBS de Caja de Guadalajara, sería un buen destino para ellos.

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