Agosto y septiembre son los meses festeros del año en la provincia por excelencia. Entre ambos, suman 280 días festivos laborales de carácter local en el conjunto de ciudades y pueblos de Guadalajara, cuando el total del año son 537. Por el contrario, marzo y diciembre son los dos meses que menos fiestas locales oficiales acumulan: entre los dos, ni siquiera una decena de días. Es obvio que nuestros paisanos aprovechan el ecuador y la segunda mitad del verano para vestirse y vestir a sus pueblos de fiesta, y no sólo por el motivo de juntarse en esta época ese binomio indisociable que conforman el estío y la vacación, sino por otros dos de carácter eminentemente tradicional: agosto es el mes en que acaban de concluir las labores de cosecha del cereal, la tarea agraria más importante del año para los labradores, y la Virgen de la Asunción (15 de agosto) y San Roque (16) son dos de los patronazgos más extendidos en la provincia de Guadalajara, junto con el de la Natividad de la Virgen (8 de septiembre).
El caso es que este “puente de la Virgen”, cuya festividad central ha caído este año en sábado, lo que va a comprimir muchas fiestas en el fin de semana y a restar algún día festivo oficial a no pocos, casi un centenar de pueblos de la provincia van a celebrar sus fiestas patronales o, al menos, las llamadas de “verano” pues bien es verdad que numerosas localidades han desplazado sus tradicionales celebraciones patronales desde otros meses al de agosto, que es el tiempo en que los pueblos están llenos de gentes, cuando la mayor parte del resto del año sucede justamente lo contrario. Es sabido y comentado que no pocos pequeños pueblos de la provincia tienen más presupuesto de fiestas que municipal, lo que puede parecer una barbaridad, pero no dejar de ser pura realidad. Recordemos que Guadalajara tiene 460 pueblos, de los que sólo una tercera parte superan el centenar de habitantes.
El caso es que la provincia de Guadalajara es ahora mismo una fiesta en la que dos elementos siguen siendo su columna vertebral: los toros y el baile, aunque cada vez se incorporan más actividades que enriquecen y complementan los programas, lo que es de agradecer pues no sólo de festejos taurinos y pasodobles vive la fiesta, a pesar de que a muchos les bastaría con lo primero, incluso renunciando a lo segundo.
Punto y aparte, efectivamente, merece tratarse la pasión taurina de esta provincia, especialmente en las comarcas de la Alcarria y la Campiña, sin olvidar Molina. Aquí, en Guadalajara, se celebran el mayor número de espectáculos taurinos populares de toda España, especialmente encierros por el campo, una actividad casi de culto y obligada concurrencia para numerosos aficionados que, literalmente, siguen con absoluta fidelidad el calendario de este tipo de festejos, del que se informa y trata de forma amplia en varias webs especializadas, de innegable raíz guadalajareña, como: www.toroalcarria.com, www.toromundial.com, www.torosymastoros.blogspot.com.es y www.elquite.org , entre otras. Sólo entre el 13 y el 18 de agosto ha habido o va a haber encierros por el campo en Fontanar, Iriépal, Uceda, Romancos, Valdeavellano, Cogolludo, Torrejón del Rey, Fuentelviejo y, por supuesto, el famosísimo y concurridísimo de Brihuega, al que suelen acudir más de 15.000 personas, que ya es decir. El encierro de Brihuega es, en realidad, un desencierro pues los toros no van desde el campo a encerrarse en la plaza –en el bello y ya cincuentenario coso “de la Muralla”- sino que están encerrados en ella y de allí parten hacia el campo, tras recorrer varias calles briocenses, en dirección Este y siempre en subida, hasta llegar al parque de María Cristina donde ninguna talanquera corta el paso a la manada.
Incluso no siendo taurino pero mientras no se sea antitaurino, al encierro de Brihuega hay que ir aunque sólo sea una vez, que no lo será, pues tiene efecto adictivo y, pese a que la villa alcarreña esté desbordada por el numeroso gentío que a él acude cada año el día de San Roque, el que va suele repetir porque el ambiente que allí se vive es, aunque pueda parecer una contradicción, realmente irrepetible. El ir y venir de gentes de un lado para otro, el jolgorio y colorismo general, las “arrancaeras” en los bares –las últimas cañas de cerveza que anteceden al encierro-, el tradicional “parapachunda” de la Banda briocense que abre calle minutos antes de que la tomen los toros,… conforman unos momentos en que el corazón se acelera y los oídos y los ojos se abren de par en par, lo que tiene continuidad caída ya la noche. Como decía mi maestro y amigo Salvador Toquero, taurinófilo y brihuegófilo donde los hubiera, “en la noche del 16 de agosto todas las sombras son toros en Brihuega”, que es la más expresiva y brillante manera con la que se pueden definir las sensaciones de quienes esperan, ya anochecido, por las calles de la villa a que lleguen los toros del campo a la cercada de San Felipe para, de mañana y antes del toro del “aguardiente”, iniciar la “bajá” a la Muralla. Si es que se encierran los astados porque, repito, el de Brihuega no es un encierro, sino justamente lo contrario. Y ahí, precisamente, reside su atractivo, sublimado por la belleza de uno de los pueblos más bonitos que parió la Alcarria.
Cuarenta y nueve encierros de toros se van a celebrar en agosto en la provincia de Guadalajara, hecho que avala que esta es una provincia taurina por excelencia, lo que tienen que cuidar los propios taurinos haciendo las cosas bien, con sentido común y con orden, que es la mejor manera de preservarlas.