La semana de Morfeo

Si la semana del 12 al 18 de septiembre fueron las “Ferias de Penélope”, como titulaba y explicaba en mi post anterior por lo que huelga incidir en ello, la del 19 al 25 será para muchos la de Morfeo, el dios griego de los sueños. Es lo que tiene darle en exceso al cuerpo alegría, te llames Macarena, Mohamed, Constantin, Edgar, Evelyn o Pepe. Tras la vigilia forzada, voluntaria o involuntariamente, de estos días atrás debe llegar el sueño reparador porque ni siquiera el mar es capaz de vivir permanentemente en tempestad y, tras ella, busca la necesaria calma. La vida se manifiesta con frecuencia en dualidades contrapuestas, antagónicas, pero complementarias porque hay mucho de física en ella y toda acción conlleva una reacción. Así, a la noche le sucede el día, a la oscuridad la luz, al frío el calor, al ruido el silencio… y a la vigilia, el sueño. Lo dicho, Penélope sigue haciendo y deshaciendo, tejiendo y destejiendo, pero ahora está ya en brazos de Morfeo y duerme su sueño, aunque puede que derive algún momento en pesadilla porque a los cuerpos bien baqueteados y zurrados les cuesta más reposar que a los que caen en la piltra previamente sin tensión y relajados.

                Tras reventar en el cielo de Guadalajara el último cohete festivo -que curiosamente coincidió con el de inicio inesperado, casi impensable, y, por ello, muy meritorio triunfo de la selección española en el “Eurobasket”-, al griego Dionisio y al romano Baco, los dioses de la fiesta, el vino y el jolgorio, les ha sucedido, como ya decíamos, el del sueño, Morfeo. En sus brazos estarán compensando excesos los peñistas que apenas hayan pegado ojo y no se les haya caído el vaso de la mano y la bebida espirituosa de la boca. También quienes, no siendo peñistas, con la excusa de la fiesta, hayan optado por beberse las ferias y hasta el agua de los floreros. Estarán ahora durmiendo, o deberían estarlo porque les conviene a ellos y a los demás, quienes han pasado de cabinas, aseos portátiles y servicios públicos y han descargado sus vejigas donde les ha venido en gana, fuera en portales de casas, coches, calles, jardines, etc. Hay mucho guarro suelto que se embosca en la fiesta para guarrear. También estarán durmiendo, o ya por fin podrán dormir, los vecinos a quienes se les ha puesto la ruidosa y, a veces, también sucia y maloliente fiesta de otros en la puerta de su casa, obligándoles a ella, cuando la fiesta nunca debe ser una imposición, sino una opción. Incluso también podrán ahora dormir los trabajadores de la limpieza viaria y de las zonas verdes, después de pegarse unas palizas de aúpa para limpiar lo que poco después se iba a volver a ensuciar porque el personal pasa en ferias de echar residuos en contenedores y papeleras, si es que los hay cerca, que en muchos casos no es así; el reciclaje lo dejamos para el tiempo ordinario, en este extraordinario no rige eso de las tres erres de la ecología: Reducir, Reutilizar y Reciclar. Bien al contrario, erre que erre, se tira casi todo al suelo y ya vendrá el de la limpieza con la sopladora, la barredora o la escoba… Como cantaban Los Sírex, “si yo tuviera una escoba ¡cuántas cosas barrería…!”. Igualmente, ya podrán echarse en brazos de Morfeo los policías locales y nacionales, especialmente los primeros, que a buen seguro habrán hecho muchas horas extras para cubrir la seguridad de unas ferias que se han dividido y repartido en varios recintos -casa de muchas puertas, difícil es de guardar…-, alguno tan en el centro -lo digo con ironía- como el de las atracciones juveniles, tómbolas, puestos, etc. que estaba situado cerca de un paraje que en Guadalajara conocíamos como “La Casa del Ruido” y que se localizaba en el “más allá”. La ciudad ha crecido tanto que a algunos hasta la periferia que fue y sigue siendo les parece céntrica… También descansarán, si es que no están en otro “bolo”, los miembros de las charangas que han animado las fiestas un año más, algunas, auténticas orquestas in itinere con unos repertorios amplios, muy versátiles y excelentes ejecuciones. Otros que ya podrán flirtear con Morfeo son los feriantes, si es que la carretera y la manta no los lleva a otra feria en este fin de temporada que es para ellos el principio del otoño. Llegados a este punto, quiero tener un recuerdo muy especial para el señor Paco, el dueño del popular carrusel de “caballitos” “Baby Paco”, a quien conocí de niño y con quien traté ya de adulto; era todo bonhomía, una auténtica lección de vida, trabajo y vocación de servicio a los más pequeños. Los niños de Guadalajara que fuimos le debemos mucho al señor Paco porque en sus cochecitos hicimos nuestros primeros viajes en la vida, sin caer en que eran a ninguna parte porque no hacíamos más que dar vueltas, auténtica metáfora de lo que es la propia vida. Imagino que también podrán por fin descansar los concejales y funcionarios del ayuntamiento que hayan tenido competencia directa en la organización de las ferias; aún estando en desacuerdo con algunas de las decisiones que se han tomado, me solidarizo con ellos porque durante cuatro años -1999-2003- fui concejal de festejos y bien se lo duro y, a veces, hasta desagradecido e, incluso, desagradable que es cargar con esa responsabilidad. En todo caso, que no se olviden que los ciudadanos siempre tienen razón y que las ferias no pueden ser nunca de unos contra otros.

Ferias en la Concordia, años 60 del siglo XX. Foto: Fondo López-Palacios. CEFIHGU. Diputación de Guadalajara.

                Y quienes por fin podrán suplir a Dionisio y a Baco por Morfeo son los parques históricos de la ciudad y sus verdaderos dueños, que son los árboles, las plantas, los pájaros, los niños y el aire puro que en ellos se suele respirar. El circo ya ha concluido, veremos ahora a qué precio está el pan.

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