Las ferias de Penélope

Dos años sin ferias son mucho para bastantes y nada para no pocos. El Covid se llevó por delante vidas de muchos, la salud de muchísimos, el trabajo de miles y la normalidad y la tranquilidad de todos. También dejó en poco más de nada las ferias y fiestas de Guadalajara de 2020 y 2021. En el siglo XX y lo que va de XXI, hasta 2020 la capital sólo había suspendido la celebración de las ferias en 1918 -por causa de la mal llamada “gripe española”, una pandemia también terrible, pero menos letal que la de Covid- y las de 1938, por causa de la Guerra Civil.

            Tras dos años de suspensión forzosa, vuelven, por tanto, en 2022 las ferias que Alfonso X concediera a la ciudad hace exactamente 762 años, si bien ha llovido y dejado de hacerlo tanto desde entonces que, si se levantara de su tumba en la catedral de Sevilla, el rey Sabio no entendería nada de cómo había interpretado Guadalajara el privilegio rodado que le había otorgado en Córdoba para poder celebrar dos ferias anuales, una en primavera -después de la Pascua- y otra en otoño -por San Lucas, el 18 de octubre-. Digo que no entendería nada, pese a la proverbial inteligencia del monarca alfonsí, porque las ferias de primavera de Guadalajara desaparecieron del calendario hace ya varios siglos, renunciando así a un privilegio real que no era fácil obtener y del que se beneficiaban muchos, sobre todo el propio rey, los concejos, los comerciantes, los oficiales y, de entre ellos, los almotacenes que eran quienes controlaban pesos y medidas. También le confundiría que la feria de San Lucas se celebrara, en vez de en la segunda mitad de octubre como él decretó, en la primera de septiembre y que ya no fuera de ganado, como aquellas de antaño que se instalaban junto a la puerta de Alvarfáñez -también llamada de feria por ese hecho-, sino de atracciones mecánicas para mayores y chicos, tómbolas, barracas y puestos de pinchos y otras viandas de homenaje al colesterol y los triglicéridos. Igualmente despistaría al rey que escribió las Cantigas de Santa María e impulsó la edición del primer Libro de ajedrez, juegos y dados, el hecho de que, por un tiempo, las ferias de otoño de Guadalajara -que hace ya años son de verano, aunque sea postrero-, se celebraran a finales de noviembre, por Santa Catalina, aunque es fácil imaginar que aquel traslado de fechas duró poco porque la climatología de la capital, un mes antes de Navidad, no suele ser muy apropiada para mercadear en la calle.

            Hemos hablado de San Lucas y de Santa Catalina como dos festividades estrechamente vinculadas a la historia ferial de Guadalajara durante siglos y que, sin embargo, no tienen si quiera culto especial en la actualidad o presencia iconográfica en iglesia capitalina alguna. El santo evangelista y la santa de Siena -con cuya provincia, curiosa, aunque pasivamente, está hermanada la de Guadalajara- aportaron lo suyo en su día como referentes en el calendario comercial local y del propio reino -las ferias de Guadalajara eran conocidas en toda Castilla y solían tener bastante movimiento mercantil-, pero ya son solo recuerdo, pasto únicamente de historiadores, divulgadores y curiosos. Algo parecido les ocurre a San Agustín y a su santa madre, Mónica, ya que la ciudad tuvo votos de patronazgo con ambos durante más de cinco siglos -desde 1364 a finales del siglo XIX- y hace más de un siglo que sus festividades llegan y pasan como cualquiera otras. Este patronazgo de madre e hijo con Guadalajara tuvo un origen muy curioso pues devino de un sorteo que se realizó cuando la ciudad estaba asolada por una hambruna derivada de una plaga de langosta y el concejo decidió que fuera el azar quien eligiera un santo al que hacer rogativas para que aquella calamidad cesara. Tres veces se repitió el sorteo promovido por el consistorio para elegir santo y en las tres salió elegido San Agustín. Quedando la cosa en familia, tras encomendarse la ciudad al santo de Hipona, la plaga cesó el día que se celebraba la festividad de santa Mónica -en aquel tiempo a primeros de mayo, ahora, a finales de agosto-, por lo que Guadalajara decidió contraer votos de patronazgo con ambos, quedando así, como decíamos, todo en casa. La actual patrona de la ciudad, la Virgen de la Antigua, es una inveterada advocación mariana local, pero su patronazgo “solo” deviene de 1883, envuelto en una bonita leyenda vinculada a la reconquista cristiana de Wad-al Hayara, que, en realidad, no fue tal, sino conquista, pues sabido es que su fundación fue musulmana, aunque sus orígenes puedan estar en la Arriaca romana que se está estudiando arqueológicamente con ocasión de la urbanización de la Ciudad del Transporte y cuyo yacimiento está ubicado entre Marchamalo y la propia Guadalajara.

            Tras dos años en el limbo, sean bienvenidas de nuevo las históricas ferias de octubre de San Lucas que hace poco más de medio siglo se adelantaron a septiembre y desde hace un cuarto dan continuidad a las fiestas en honor de la Virgen de la Antigua. Vienen con polémico cambio de ubicación del recinto ferial y gran parte de su peso -y de su paso- lo van a soportar tres parques: la Concordia, San Roque y Adoratrices. Me preocupa mucho el impacto que pueden sufrir estas tres históricas zonas verdes, como también la seguridad, la movilidad y las molestias que van a generar a muchos vecinos más que las que ocasionaban en el nuevo recinto ferial. Resulta curioso que se diga que aquel recinto está muy lejos, cuando la ciudad hace ya tiempo que tiene allí concentrada su mayor oferta de ocio durante todo el año. Además, desde la plaza de Santo Domingo al nuevo ferial no hay más distancia que desde ella a las proximidades de la renombrada piscina “Sonia Reyes” que es donde se van a ubicar las grandes atracciones y los puestos de ocio y restauración. Esta ciudad sigue no gustándose a sí misma y por ello duda tanto. Y cada vez me recuerda más a “La tejedora de sueños” de la obra de Buero Vallejo inspirada en el mito de Penélope, la mujer de Ulises condenada siempre a esperar y a tejer y destejer, a hacer y deshacer mientras esperaba. En fin…

En todo caso, deseo fervientemente que el tiempo acompañe, clave en el éxito de cualquier fiesta y especialmente de las ferias de Guadalajara. Después, cada uno las contará según le haya ido en ellas.

  • Pie de foto: Cartel de las últimas ferias del siglo XX, obra de Carlos Santiesteban  

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