El senderismo es una actividad que va a más, como es fácilmente constatable dándose una vuelta virtual por internet, donde se ofrecen un sinfín de opciones de pequeños, medianos y grandes recorridos senderistas, o, sobre todo, saliendo al campo cualquier fin de semana pues es casi imposible no encontrarse con caminantes haciendo camino al andar -como versó Antonio Machado-, a poco que el sendero discurra por parajes de reconocible interés natural, cultural y paisajístico. Guadalajara es una provincia que, por su variada y singular geografía, destacando entre ella su notable orografía y sus abundantes cuencas y recursos fluviales y lacustres -tanto naturales como artificiales-, es punto de destino frecuente de actividades senderistas. Se cuentan por millares las opciones de pequeños recorridos que la provincia ofrece para los senderistas, pero destacan especialmente en ella cinco senderos de gran recorrido -de más de 50 kilómetros de longitud-, especialmente el GR-10 -que une el Mediterráneo con el Atlántico- y que entra en la provincia por Peralejos de las Truchas, procedente de la de Teruel, y sale de ella a tierras ya de la comunidad de Madrid por el Pontón de la Oliva, después de recorrer Guadalajara en diagonal, desde el sureste hacia el noroeste. Otros senderos de largo recorrido que discurren por la provincia son el GR-160 -Camino del Cid-, el GR-60 –Arquitectura Negra-, el GR-66 -Camino de la Hermandad, que cruza el señorío de Molina de Norte a Sur y pasa a Cuenca por el Alto Tajo- y la Ruta de la Lana-Camino de Santiago, que se inicia en Alicante y concluye en Burgos, entrando en Guadalajara desde Cuenca por Salmerón y saliendo a Soria por Miedes de Atienza.
Como ya hemos dicho, el senderismo es una actividad que cada vez tiene más seguidores pues se trata de una opción muy saludable de práctica de ocio activo, al tiempo que reconfortante para los sentidos pues todos ellos se avivan al caminar por senderos previamente seleccionados y marcados por su valor natural, interés cultural y belleza paisajística. Las sociedades y costumbres cada vez más urbanitas que nos venimos dando desde hace ya décadas, encuentran en el senderismo una extraordinaria vía de escape y compensación al sedentarismo. Practicando el senderismo se compra salud pagándose el precio justo del ejercicio físico. Hay bastante de hedonismo en los senderistas pues caminar mucho y de manera frecuente por gusto es puro placer y, además, adictivo.
Son numerosos los grupos y colectivos de la provincia que promueven actividades senderistas de manera periódica. El más veterano de ellos es el Club Alcarreño de Montaña, fundado en 1970 por ese gran montañero, poeta, colaborador de prensa y pionero de la promoción turística provincial que fue Jesús García Perdices, cuyas cenizas están repartidas entre su pueblo, Huérmeces del Cerro, y el collado del Ocejón, precisamente llamado “Perdices” en su honor. Fue exactamente el 1 de septiembre de 1970 cuando García Perdices y un grupo de animosos montañeros de la Guadalajara de aquella hora tardo-franquista celebraron la reunión fundacional del CAM. En esa fecha se constituyó la junta directiva provisional que se encargó de dar los primeros pasos del club y, especialmente, redactar, aprobar los estatutos y presentarlos a la Federación Castellana de Montañismo -¡qué bien me suena Castilla sin apellidos!-. Como no podía ser de otra manera en aquellos tiempos, el CAM nació tutelado por la entonces llamada Delegación Nacional de Deportes que, no obstante, ante el proyecto políticamente neutro que se proponían sus fundadores y los saludables y deportistas fines que perseguían, lejos de ser un obstáculo, dio todo tipo de facilidades. A ello contribuyó, sin duda, la inteligencia y mesura del entonces secretario de la Junta Provincial de Educación Física y Deportes, Amador Rodríguez Ayuso.
La presentación pública del CAM tuvo lugar el 26 de octubre de 1970 y la protagonizó César Pérez de Tudela, un famoso montañero que ganó un concurso muy popular de TVE, titulado “Las diez de últimas”, y que contribuyó de manera notable a divulgar la actividad montañista en España. Pérez de Tudela dio una charla muy amena -ahí estaba yo para dar fe de ello, con apenas 9 años de edad- complementada por diapositivas tomadas en algunas de las más grandes cumbres nacionales e internacionales que él había hollado. Sin duda, fue todo un espaldarazo para el inicio de la actividad del club, cuya primera salida se produjo un mes de después, concretamente el 22 de noviembre, teniendo por destino Sacecorbo, Ocentejo y La Riba de Saelices. La espeleología, una de las tres secciones en las que se estructuró el club al nacer junto con el montañismo y las marchas y acampadas, tuvo mucho protagonismo en aquella primera actividad de campo del CAM. La jornada se inició con una visita a la Sima de las Majadillas (Sacecorbo), donde la Federación Madrileña de Espeleología estaba llevando a cabo un cursillo, y concluyó con otra a la Cueva de los Casares (La Riba), tras almorzar en Ocentejo. Ese día se anduvo poco, haciéndose gran parte de los desplazamientos en autobús, al precio de 50 pesetas (0,30 euros al cambio de hoy). El CAM también colaboró en aquellos sus pioneros tiempos con el grupo espeleológico de la Escuela de Ingenieros de Minas, de Madrid, en los trabajos de reconocimiento, datación y elaboración de mapas y planos que llevaron a cabo en la espectacular Cueva del Tornero (Checa), con sus casi diez kilómetros de desarrollo horizontal y sus 300 metros de desnivel en vertical sobre un espectacular cañón del Hoz Seca.
Termino ya volviendo a referirme al fundador del CAM, Jesús García Perdices, quien, para animar a la gente a apuntarse al club, resumió con estas cuatro palabras lo que a su juicio aportaba la actividad montañista: “salud, fuerza, belleza y alegría de vivir”. Aquella semilla plantada hace 50 años por él y otros animosos montañeros alcarreños -pongámosles nombres: Juan José Fernández Codonal, Amador Rodríguez Bailón, Pilar Martín Blanquer, Andrés Carnicero Cañadas, José Luis García Romo y Mariano Remartínez, componentes de la junta directiva provisional fundacional-, sigue germinando y dando frutos. Y gracias a ello y a ellos y a quienes les acompañaron y siguieron, hay caminos en Guadalajara porque, siguiendo la lógica poética de Machado, estos solo son las huellas de los caminantes. Y nada más.