Guadalajara, contrariando el primer verso del poema que le dedicó aquella grandísima niña y poeta que fue Gloria Fuertes, “Porque no tienes nada (…)”, posee más cosas de las que parece, aunque, fundamentalmente, tenga muy poco. Nada es un adverbio de cantidad muy negativo, contundente y extremo, y estoy seguro que Gloria Fuertes acudió a él para que le hiciera la rima asonante con Guadalajara, porque poco, un adverbio también de cantidad pero más contenido y cerca de algo que de nada, no rima con Guadalajara, aunque sea su verdadera realidad. Guadalajara tiene poco, sin duda, poco de casi todo y mucho de nada, especialmente en sus zonas rurales en las que, por no haber, no hay casi habitantes y, como he dicho ya en muchas ocasiones, hace ya bastante tiempo que a los niños se les olvidó nacer. Una tierra con pocos niños, como la nuestra en cuanto te alejas de la capital y del corredor que lleva a Madrid, va camino de la nada. Dentro de no tanto, si la despoblación sigue sin cesar, como el poético rayo de Miguel Hernández, Guadalajara, efectivamente, no tendrá nada, porque nada y nadie van de la mano con el propósito suicida de superar un precipicio de dos saltos.
Entre ese algo, aunque poco, que aún tiene Guadalajara, podemos alegrarnos de que en esta provincia haya una importante afición a la lectura, algo que nos dignifica y honra porque no es lo mismo caminar hacia el abismo de la despoblación de la mano de un libro que de la ignorancia y la resignación. Ciertamente, Guadalajara es una de las provincias de España que mayor número de bibliotecas y clubes de lectura tienen por habitante y eso es algo que enaltece a sus usuarios, pero sobre todo a las bibliotecarias; y digo bibliotecarias, en femenino, y no en masculino, sin forzar la perspectiva de género, porque más del 90 por ciento de estos profesionales son mujeres. Además, para completar y complementar la red de bibliotecas municipales que hay en la provincia, los bibliobuses siguen prestando un servicio impagable, cual es llevar sus libros sobre ruedas a aquellos municipios que tienen lectores, aunque sean pocos, pero no bibliotecas. Este servicio es competencia de la Junta de Comunidades, pero la Diputación Provincial colabora de forma decidida y generosa con él a través de un convenio que se suscribe anualmente. La Junta está bastante tiesa canina porque Castilla-La Mancha está infra-financiada —pero, por espurios intereses políticos, solo se discute de mejorar la financiación de Cataluña y el País Vasco—, algo que se advierte de manera especial en el ámbito de la cultura pues los mayores esfuerzos de la administración regional los hace en sanidad y educación, algo entendible por la importancia capital de ambos, pero negativo para el resto de espacios competenciales. Así que, el mundo al revés: cuando la administración regional debería estar delegando competencias y recursos a las diputaciones y los ayuntamientos para hacer realidad el proceso de descentralización y que éste no sea solo de desconcentración, como ahora ocurre, pues va sableando a ayuntamientos y diputaciones para que le ayuden a ejercer competencias que son suyas.
He entendido necesario hacer esa salvedad, aparentemente prosaica como es el destino de los dineros públicos regionales, para abordar el estado de la cuestión que hoy nos ocupa, mucho más amable y cerca de la lírica, cual es reconocer a las bibliotecas municipales y a sus bibliotecarias su importantísima labor para que en nuestras ciudades y pueblos, sobre todo en estos, leer sea una opción real y vital de proximidad. Además, las bibliotecas de Guadalajara no son solo sujetos pasivos con anaqueles llenos de libros que esperan que alguien se acuerde de ellos y sean su opción lectora, son, sobre todo, sujetos activos que promueven la lectura e invitan al lector, no solo a pedir libros en préstamo, sino a convivir y relacionarse en torno a ellos en los clubes de lectura. Precisamente, a mediados de noviembre, se ha celebrado en Jadraque el Encuentro anual de Clubes de Lectura que organiza el Servicio de Cultura de la Diputación desde hace años, en colaboración con las bibliotecas municipales de la provincia. El formato de este encuentro es muy adecuado para fomentar su participación en él y cumplir sus objetivos fundamentales de ser un foro de intercambio de inquietudes, conocimientos y experiencias entre clubes de lectura. Cada año se celebra en un lugar distinto, asumiendo la organización local el ayuntamiento, a través de su biblioteca municipal. Siempre se elige una temática con un libro específico que la Diputación hace llegar, semanas antes del encuentro, a su costa y en cantidad suficiente para que pueda ser leído por los —también debería decir las, pues más que mayoría, son multitud las mujeres— miembros de los clubes y, ya en el encuentro, se trabaja sobre él en una especie de libro-fórum 3.0 . Este año se ha trabajado en torno a la figura y la obra de José Antonio Ochaíta —cerrándose con ello el cincuentenario de su fallecimiento—, el letrista de coplas, escritor y poeta nacido en Jadraque, en 1905, y muerto repentinamente en Pastrana, en 1973, mientras estaba recitando unos versos dedicados a la Alcarria. Alrededor de 500 personas, sobre todo mujeres, repito, procedentes de 25 municipios de la provincia, se han reunido este año en Jadraque en el encuentro alrededor de Ochaíta, sobre cuya figura y obra dio, más que una conferencia, una lección magistral, Manuel Francisco Reina, notable escritor, reputado crítico literario y gran poeta que sabe tanto del jadraqueño que casi lo sabe todo. Cuando las noticias que copan los informativos suelen ser en su mayoría tan poco gratificantes y edificantes, es consolador y alentador saber que en torno a un libro y un poeta de la Guadalajara rural, se pueden juntar 500 personas y ser felices. En 2021, dos mujeres colombianas, Matilde de los Milagros y Carolina Urueta, publicaron un libro titulado “Las escribidoras”, que contenía (contiene, pues los libros no son yogures y no tienen fecha de caducidad) ejercicios de escritura coloreables para mujeres rebeldes. Para mí, las lectoras de los clubes de las bibliotecas de la provincia son todas ellas rebeldes con causa y a quienes rindo y ofrezco mi homenaje de admiración y aliento para que perseveren en su afición. Y hoy también quiero (y debo porque es justo que sea así), cerrar este artículo reconociendo públicamente la extraordinaria labor profesional que mi compañera (y amiga) del Servicio de Cultura de la Diputación, Rosa Gómez, ha realizado en los últimos años para que las bibliotecas, las bibliotecarias, los clubes de lectura y las lectoras de la provincia hayan tenido en ella un auténtico referente de buen trabajo y mejor servicio. Si en San Jorge se obsequian libros junto con rosas en Cataluña, en esta provincia la Diputación ha tenido todos los días una competente, activa y empática Rosa para trabajar por y para los libros y sus lectores. Mejor, lectoras. Enhorabuena, gracias por tanto y por todo, Rosa, y disfruta plenamente y con salud de tu inminente jubilación que te has ganado día a día, mejor página a página, de tu vida profesional.