La Caballada descabalgada

El Domingo de Pentecostés, que este año ha caído en el día 31 de mayo, siempre ha sido una fecha señera en el calendario festivo tradicional de la provincia de Guadalajara pues, no en vano, se celebran en él, o han celebrado, tres de los eventos costumbristas de mayor raigambre y significación, como son la Caballada de Atienza, las Loas y Danzas a la Virgen de la Hoz y la Soldadesca, de Hinojosa. En realidad, la única de estas tres señaladas citas que permanece inalterable en el calendario el día de Pentecostés desde que iniciara su histórica andadura hace 858 años es la fiesta atencina. La de la Hoz del Gallo –cuyo origen se remonta a principios del siglo XVI y se recuperó en 1979 tras décadas desaparecida- hace unos años que retrasó su celebración una semana y viene teniendo lugar en la octava de Pentecostés, y la de moros y cristianos de Hinojosa, entra y sale del calendario como el Guadiana de la tierra, no celebrándose desde 2010, tras haberse recuperado en 1981.

«Desfile de la Caballada de Atienza». Fotógrafo MANUEL URECH LÓPEZ. Colección Layna Serrano. (Fecha desconocida). CEFIHGU. Diputación de Guadalajara.

               Este año, por causa del puñetero coronavirus que no sólo está condicionando los días azules de nuestras vidas, los laborables u ordinarios, sino también los rojos, los festivos y extraordinarios, ni siquiera se ha podido celebrar la Caballada, al parecer por primera vez en su plurisecular historia y, en todo caso, de forma documentada desde hace 350 años ¡que se dice pronto! Ni las numerosas guerras que han asolado España en toda edad, media, moderna y contemporánea, ni los incontables acontecimientos que han condicionado negativamente las vidas de los españoles a lo largo de los últimos nueve siglos, ni las crisis de fe y religiosidad popular que nuestro país ha acusado en este mismo tiempo, ni las sucesivas crisis agrarias que han diezmado de población y vigor el medio rural, sobremanera el serrano, habían podido con la Caballada hasta que ha irrumpido inopinadamente el Covid-19 en nuestras vidas y ha aconsejado su suspensión, como no debía ser de otra manera, dadas las circunstancias.

               La Caballada es, junto con el Festival Medieval de Hita y teniendo muchísima más antigüedad, raigambre y mérito que éste, el único evento de la provincia que está declarado como “Fiesta de Interés Turístico Nacional”; además, obtuvo esta declaración en la primera relación de fiestas españolas que lograron esta importante distinción, aprobada por la Secretaría de Estado de Turismo en 1980. En esa primera y escogida nómina de 29 festividades turísticas de interés nacional que otorgó la Administración General del Estado, además de la Caballada y el Festival Medieval de Hita, se incluyeron otras importantes y afamadas celebraciones como las Fiestas del Pilar, de Zaragoza, las Hogueras de San Juan, de Alicante, el Festival de los Patios cordobeses o las fiestas de la Merced, de Barcelona, lo que nos aporta una referencia de la primera “división” festiva en la que juega la Caballada, valga el símil futbolístico. Esa declaración, evidentemente, no fue gratuita y se basó en criterios objetivos e incuestionables como la importancia histórica del hecho en que se fundamenta, la continuidad plurisecular ininterrumpida en su celebración, la formalidad y vistosidad de su extraordinario ritual y, por supuesto, el magnífico contexto geográfico e histórico-artístico en el que tiene lugar pues Atienza es una de las grandes villas castellanas y, por ende, de España.

Repasaremos ahora, sucintamente, el notable y singular origen de la Caballada que data de la segunda mitad del siglo XII, exactamente de 1162, época histórica de mayor esplendor de Atienza. En aquél año, los recueros –arrieros- atencinos, a través de una inteligente y curiosa estratagema, consiguieron sacar de la villa, como si fuera uno más de ellos y sano y salvo, al entonces rey niño, Alfonso VIII –cuyo posterior reinado, recordemos, supuso la transformación de Castilla en el centro de poder político más importante del occidente peninsular y la decadencia definitiva del poder musulmán-, sitiado en Atienza por tropas de su tío, el rey leonés, Fernando II, que se metió en medio de la disputa civil de los Castro y los Lara, en la tutela y custodia del rey también llamado “pequeño” por la historia, para tratar de asir la corona de Castilla y subyugarla a la de León. En conmemoración de esta secular efeméride y merced a los privilegios concedidos a Atienza por el agradecido rey Alfonso, cada domingo de Pentecostés, desde hace 858 años, se celebra la fiesta de “La Caballada”, que merece la pena conocer bien de cerca y en todo su ritual –si aún no la conocen, han de esperar al 23 de mayo de 2021-, y que tiene su momento álgido para el espectador en las galopadas que los cofrades de la Santísima Trinidad dan sobre sus caballos por los caminos que unen la ermita de Nuestra Señora de la Estrella y la villa. Si quieren hacerse una idea de cómo es esta fiesta y conocer algunos aspectos de su origen y ritual, les invito a que vayan a este divertido, curioso y singular enlace en el que se cuenta “La Caballada” con muñecos de “Playmobil”, una auténtica delicia y gozada no solo para los más pequeños: https://youtu.be/je_VW2ICI84

Atienza merece ser vista, conocida y disfrutada en cualquier momento del año, incluso en los meses, los muchos meses, en que allí se llama fresco al frío, pero si hay una época especial en la que esta histórica villa se muestra en todo su esplendor esa es, precisamente, la primavera ya avanzada, en torno a Pentecostés y la Caballada. Es en ese tiempo cuando la “peña muy fuort” del Mio Cid se despereza del largo invierno, los campos de cereal aún verdean, salpicados de amapolas y margaritas, y en los montes bajos y en los baldíos pelean por imponer su color el amarillo de las flores de la retama, el blanco de las de la jara, el blanco-rosáceo de las flores de la gayuba y el tomillo y el rosa-violáceo del brezo, entre un sinfín de otros arbustos y flores propios de estas tierras que antaño fueron de marojos y quejigos.

No me cabe duda de que La Caballada sí que volverá más fuerte. Mientras esperamos a ese 23 de mayo del año que viene en que está ya fijada en el calendario la próxima celebración de esta gran fiesta atencina, nos vamos con estos versos de Alberti, de su conocido poema “Galope”, escritos durante la Guerra Civil española, que acabó con tantas vidas y tantas cosas y que aún hoy condiciona nuestras vidas, pero que no pudo con La Caballada. Ésta se celebró los años de la contienda con La única merma en su programa de no poder contar con los gaiteros que acompañan varios de sus actos. Veamos ahora cómo el poeta gaditano utiliza la repetición de palabras y la aliteración como recurso en sus versos, de tal modo que nos hace sentir el galope del caballo. Cerremos los ojos, repasemos a Alberti y sentiremos su caballo cuatralbo a pie de uña por el camino de Atienza que lleva de la villa a la Estrella:

A corazón suenan, resuenan, resuenan
las tierras de España, en las herraduras.
Galopa, jinete del pueblo,
caballo cuatralbo,
caballo de espuma.

¡A galopar,
a galopar,
hasta enterrarlos en el mar!

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