Hablaremos el 25-M

                Que el PSOE no está pasando por su mejor momento, ni a nivel nacional, ni regional, ni provincial, ni local es una certeza, no una opinión. Es más, el decir que “no está pasando por su mejor momento” es un eufemismo, porque la realidad es que vive en una crisis de calado, que tampoco es una opinión, sino otra certeza porque no gobierna ni la Administración del Estado, ni la Junta de Comunidades de Castilla-La Mancha, ni la Diputación Provincial, ni el Ayuntamiento de Guadalajara, por primera vez desde que se celebran elecciones democráticas al amparo de la Constitución de 1978.

                Los partidos con vocación de gobierno, como es el PSOE, cuando están fuera de él (de todos ellos, en los cuatro casos referidos), se parecen mucho a los fantasmas: apenas se les puede identificar el rostro porque los liderazgos se desgastan y diluyen, van penando por la vida lamentándose de su mala hora y hasta arrastran lastres como si fueran cadenas, en forma de malos resultados electorales y de pérdida de poder e influencia.

Lo más preocupante del PSOE de hoy, a nivel nacional, es que el que parece más solvente, experimentado y con mejor sentido y visión de Estado de sus líderes es, precisamente, Alfredo “P punto”  Rubalcaba, al que no hace mucho comparaba en este mismo blog con un personaje de la película de Amenábar “Los otros”, que bien es sabido que estaban muertos pero ellos no lo sabían. O sea, que el mejor de sus dirigentes –o, al menos, el aparentemente más idóneo-, tuvo gran culpa de lo peor, a la vez que el pasado es también presente y puede ser o decidir el futuro. Así de complejas las cosas, en Ferraz deben estar valorando si es más conveniente seguir pagando a los sociólogos que orientan la política de acción y comunicación del partido o contratar a un equipo de psicólogos, cuando no de psiquiatras, para no terminar con Kafka de referente, una vez que hace años despidieron a Marx.

Es también una certeza y no una opinión que el PSOE pagó muy caro, en las dos grandes citas electorales de 2011 y en todas las instituciones que gobernaba, el advenimiento de la crisis y su progresiva y cada vez más profunda y negativa incidencia en la economía y la sociedad española, algo lógico pues sus dirigentes, empezando por su entonces líder y presidente del gobierno, Zapatero, primero negaron su existencia y luego no supieron atajarla, incluso algunas de sus medidas contribuyeron a agravarla. El PP, cerca de tres años después de asumir simultáneamente el poder en los ámbitos nacional, regional, provincial y local, debería estar casi achicharrado en intención de voto porque, aunque la macroeconomía va mejorando –despacio, eso sí-, y el peligro del “rescate a la griega” parece ya superado, la economía real, la de la gente de la calle, tiene un termómetro infalible y que aún prescribe calentura: el paro, que sigue en cifras escandalosamente altas. Y es que detrás de ellas no sólo hay números y estadística,  sino millones de familias y de personas que las están pasando realmente canutas, que han caído en el umbral de la pobreza o que han descendido de parámetros de cierta holgura económica a otros de mera supervivencia, lo que es muy duro y muy triste.

A pesar de este estado de cosas, el PP se desgasta, sí, pero no se achicharra en intención de voto, mientras que el PSOE sigue estancado en el achicharramiento que padeció hace tres años y aún no ha resuelto si quiere seguir teniendo el líder con el que se achicharró o relevarle por alguno de los varios que pretenden sucederle, entre ellos el alcalde de Toledo y secretario regional de los socialistas, Emiliano García Page, que en una gran encuesta que se hizo a nivel nacional era el posible candidato a la secretaría general del PSOE con menos apoyos, incluso por detrás de la opción innominada de “otros candidatos”. ¡Otra vez “Los otros”! El PSOE y sus fantasmas…

No es tampoco una opinión, sino una certeza, basada, como los refranes, “en la madre experiencia”, que las intenciones de voto son sólo eso: inclinaciones en un momento dado, una foto fija de un día y una hora determinada que puede variar, y mucho, cuando llegue el momento real que cuenta para adjudicar y repartir el poder que es el día de las elecciones. En poco más de dos meses llegarán las elecciones europeas, que siguen pareciéndonos un tanto lejanas a pesar de que cada día nos jugamos más cosas directamente en ellas. Esta circunstancia va a provocar, probablemente, que, a la ya habitual alta abstención que se suele producir en esos comicios, se sume en esta ocasión la del desgaste del PP por tardar en frenar la crisis y no terminar de invertir la situación del paro, así como por los recortes sociales que se ha visto obligado a hacer, y el del PSOE, que sigue oliendo a chamusquina desde su achicharramiento electoral hace tres años y parece encandilar menos al electorado que un tablao flamenco en Moscú, hasta el punto de beneficiarse IU de ese desgaste socialista cuando la lidera un político limitado y mediocre donde los haya, como es Cayo Lara.

Pero no sólo la abstención se va a beneficiar de los desgastes de los dos grandes partidos, sino que también van a coger muchas papeletas para su “saca” los hasta ahora partidos minoritarios, sobre todo IU –como ya decíamos, especialmente a costa del PSOE- y UPYD –picoteando a populares y socialistas- e, incluso, otras nuevas opciones que aprovecharán el distrito único electoral de las europeas para intentar tener escaño en Estrasburgo y Bruselas, la doble sede compartida del Parlamento Europeo. Vox, claramente a la derecha del PP, y Ciudadanos, a la izquierda del PP, pero a la derecha del PSOE, pueden alcanzar representación en Europa, a costa de los dos partidos mayoritarios. ¡Ojo, también, al voto en blanco y al nulo!

Presiento que el 25-M van a hablar las urnas más claramente que nunca. Espero que quienes tengan más obligación de escucharlas, lo hagan. Como decía el “jingle” de la campaña de las primeras elecciones que se celebraron tras la muerte de Franco, en 1977: “habla pueblo, habla; habla pueblo, sí; no dejes que nadie decida por ti”. Hablaremos pues.

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