La crisis del PP vista por un exmilitante

El Partido Popular está sumido en una de sus crisis políticas de mayor calado tras haber perdido el gobierno de España después de una moción de censura poliédrica -por las muchas aristas, caras y exigencias de quienes la han apoyado- encabezada por el socialista, Pedro Sánchez, al tiempo que inmerso en el proceso de elección de su nuevo presidente, tras la dimisión de Rajoy y su, justo es reconocerlo, ejemplar alejamiento de la vida política. Este proceso es novedoso en fondo y forma para los populares pues, por primera vez, va a tener voto directo la militancia en él, pudiendo -los que se han apuntado previamente y están al corriente de pago de su cuota de afiliado o, al menos, han abonado la “iguala” de 20 euros para tener derecho a sufragio- elegir a dos de los cinco candidatos que han concurrido para que sea uno de ellos, finalmente, el elegido como sucesor de Rajoy, en este caso ya por compromisarios, en el congreso extraordinario que el PP celebrará en Madrid los días 20 y 21 de julio. Como cargo electo y militante que fui del Partido Popular durante un tiempo, voy a tratar de aportar mi granito de arena a este proceso, empezando por contar mi propia historia vinculada a los populares en la que pueden verse también reflejadas algunas otras personas. O no.

Como es de público conocimiento, desde 1999 a 2007 fui concejal del Ayuntamiento de Guadalajara por el Partido Popular. En las primeras elecciones municipales a las que concurrí -las de 1999, en que ganó la lista encabezada por Bris por mayoría absoluta- fui como independiente dentro de su candidatura, mientras que a las segundas -las de 2003, en que ganó por mayoría relativa la lista de Román, arrebatándole la alcaldía el famoso pacto “de tú a lo tuyo y yo a lo mío” entre Alique y Badel– ya lo hice en calidad de militante. En 2007, de manera voluntaria, decidí no volver a concurrir a las elecciones locales por Guadalajara y ofrecí mi candidatura al PP vasco de María San Gil para completar alguna lista popular en Euskadi, en aquellos años en que presentarse en ellas, más que un acto de valentía, era casi una temeridad. Mantuve la militancia en el PP durante diez años, entre 2001 y 2011, año en que decidí causar baja del partido, justamente cuando el PP obtuvo sus mejores resultados electorales en la capital, recuperó el gobierno de la Diputación y ganó por primera vez la Junta de Comunidades de Castilla-La Mancha. O sea que cuando se contaban por decenas, o más, las personas que, como sardinas, se arrimaban a las ascuas entonces bien calentitas del PP, yo me alejaba de ellas voluntariamente a pasar frío. Y hasta ahí puedo -mejor dicho, quiero- escribir.

Nunca he explicado públicamente las razones que me llevaron a no volver a concurrir en 2007 a las elecciones municipales formando parte de la lista de Román -que recuperó con comodidad la alcaldía para el PP, mérito fundamentalmente suyo al que contribuyó no poco Alique- como me fue ofrecido por éste, quien después ha demostrado ser, sin duda alguna, un gran alcalde, hecho refrendado por el sucesivo apoyo ciudadano recibido. El peso mayor de las razones que provocaron que no formara parte de la lista del PP para Guadalajara en 2007 son de carácter personal y por ello las voy a seguir manteniendo en la reserva. Lo que sí voy a desvelar son algunos de los motivos que me llevaron a solicitar la baja como militante del PP, exactamente el 13 de junio de 2011, apenas unos días después de que los populares obtuvieran los grandes resultados electorales antes comentados.

Como no me gusta reescribir la historia, porque eso es lo mismo que manipularla, voy a reproducir literalmente tres de los párrafos contenidos en mi carta de solicitud de baja, dirigida al entonces presidente provincial del PP, precisamente Antonio Román:

  • “(…) Como bien sé por experiencia -buena parte de ella compartida contigo en el Ayuntamiento de la capital- que ´la derrota es huérfana, pero la victoria tiene muchos padres´, estimo que mi baja no va a perjudicar en absoluto al partido, de ahí que la curse en este mismo momento, cuando se han cosechado unos triunfos electorales históricos (…)”.
  • “(…) Bien sabes que soy una persona que me muevo más por afectos que por intereses y hace tiempo que en el partido percibo bastantes más intereses -algunos, perfectamente, legítimos, pero otros, no tanto- que afectos, circunstancia que me ha llevado a sentirme muy incómodo (…)”.
  • “(…)Termino pidiéndote perdón si te ha defraudado u ofendido alguna actitud política o personal mía durante el tiempo que he sido militante del partido, al igual que se lo pido al resto de militantes, y te ruego y reitero, encarecidamente, que veles porque, al menos en el ámbito de tus responsabilidades, tanto institucionales como de partido, los intereses generales se impongan y antepongan a los particulares, se elija a las personas para ocupar cargos con criterio de idoneidad, no de amiguismo y menos aún de nepotismo, y se gestionen los ámbitos de poder que nos han otorgado los ciudadanos pensando siempre en ellos, especialmente en quienes más necesitan la protección y atención de los poderes públicos”.

Estas palabras y estas reflexiones tienen exactamente siete años, el tiempo que ha transcurrido desde que el PP arrasara en las elecciones locales y autonómicas de junio de 2011, algo que también haría después en las generales de noviembre del mismo año. Nunca me han gustado los pregoneros de lo obvio ni los voceros del “ya lo había dicho yo”, pero buscando entre mis archivos para escribir este post me he encontrado con la copia de esta carta y me ha parecido oportuna compartirla con ustedes.

Mi pensamiento es liberal y no me fío del liberalismo en el que ahora dice inspirarse Ciudadanos tras abandonar la socialdemocracia en que se inspiraba antes, dando bandazos más demoscópicos que de acomodo de valores y ejercicio de principios; por ello, creo necesario que el PP se reconstruya y renueve en torno a las tres sensibilidades que, tiempo atrás, convivieron en él perfectamente, le llevaron al triunfo electoral y a sacar a España de algunas encrucijadas: el liberalismo, la democracia-cristiana y el conservadurismo moderado. Aunque la dura crisis sufrida por España obligara a los gobiernos de Rajoy a tomar alguna decisión forzada, otras se han tomado voluntariamente, alejándose de sus propios principios ideológicos y entregándose a un supuesto pragmatismo, condicionado más bien por complejos que por certezas. Si a ello unimos la bajeza moral y golfería de algunos dirigentes y cargos electos que han llevado la corrupción hasta la misma sede central del PP en la madrileña calle Génova, es fácil entender cuáles son las principales causas que han llevado a los populares a vivir su momento crítico actual y al evidente y masivo alejamiento del partido de gran parte de su electorado e, incluso, militancia. Si al centro derecha español le va mal, a España le va muy mal porque la izquierda sigue empeñada en ganar una guerra que perdimos todos hace 80 años, se cuestiona la nación española, le acompleja su unidad, antepone el Estado a la sociedad y aún no ha entendido que el marxismo fue un fracaso.

 

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